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A propósito de Marta

Mantienen algunos sabios y decentes maestros del periodismo, que la objetividad no existe, que no es virtud humana. Lo tengo comprobado. No he conocido a un solo periodista objetivo, ni falta que me hace encontrarlo, porque ya sólo faltaba que...

el 15 sep 2009 / 22:52 h.

Mantienen algunos sabios y decentes maestros del periodismo, que la objetividad no existe, que no es virtud humana. Lo tengo comprobado. No he conocido a un solo periodista objetivo, ni falta que me hace encontrarlo, porque ya sólo faltaba que alguien además de periodista fuera un dios y que tuviera yo la mala suerte de conocerlo. Ni uno solo de todos los periodistas que alardean de objetividad serían capaces de defender su presunta virtud mirando a los ojos de un interlocutor decente. No sé si muchos, pero algunos sí que se conforman con intentar ser honestos cada día y eso sí que es importante. La honestidad lleva sin lugar a dudas a la búsqueda de la verdad y esa búsqueda honesta es lo máximo que puede dar por sí mismo un periodista, que, en ese empeño puede tener como recompensa, precisamente, el encuentro de la verdad. Pero hay que saber que a la verdad sólo se llega después de mucho trabajo y hasta mucho sufrimiento en la noble aventura de buscarla, trabajando sin precipitación y sometiendo a examen permanente lo que parece cierto a primera vista, por si resulta que no lo es.

Como Descartes nos enseñó, ni más ni menos. Que cada cual reflexione sobre cómo suele alejar de la verdad, el exceso, la información pervertida y convertida en espectáculo, el uso y abuso de lo morboso. Y todos, periodistas, medios y ciudadanos en general preguntémonos si podemos quedar disculpados de atender a lo macabramente anecdótico y morboso, en perjuicio de los sustancial, que son los hechos y es lo que, por estar bien informados, nos ayuda a ser ciudadanos con opinión justa y no borregos, dispuestos a bailar en la pista del circo cada vez que el domador alce el látigo.

María Esperanza Sánchez es periodista

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