Cofradías

Aquel misterio que deslumbró a Torreblanca

La juventud toma una hermandad que cautivó con el dorado de su paso.

el 27 mar 2010 / 22:55 h.

Lucía Morales iba vestida como en Domingo de Ramos: con sus zapatos negros relucientes y su mantilla sobre la cabeza. Con tan sólo cinco años, ya tiene grabado en la retina cómo hay que recibir a El Cautivo de Torreblanca y que, en este barrio, la Semana Santa siempre se adelante un día.

Una enseñanza que le ha inculcado su familia, que vive de su hermandad desde los inicios. “Mi hija tenía dos meses cuando salió por primera vez”, indica Ángeles Contreras, que ha escogido un lugar de privilegio: la mismísima puerta de la iglesia de San Antonio de Padua.     

En el interior, los costaleros iban entonando algún que otro viva, dándose ánimos los unos a los otros ante su inminente salida, que se dilató un poco ante la presencia del arzobispo, Juan José Asenjo, que les brindó a todos –primero a los hermanos y después a los costaleros de El Cautivo y la Virgen de los Dolores– unas palabras.

Y es que esta hermandad siempre ha sido elogiada por el Arzobispado y en especial por el que fue cardenal de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo –que no se perdía ni una salida– por su gran labor social.

El sol apretaba y más de uno se refrescaba en el bar Yoni, que está a pocos metros de la iglesia y que se vació en cuanto los primeros antifaces morados tomaron la calle Abedul, a eso de las cinco de la tarde. Entre ellos, muchos niños, como la nieta de    un hombre que, ataviado con su traje y con los ojos llorosos enjugados en lágrimas, ni pudo pronunciar su nombre ni describir con palabras la emoción que vivía al ver a su pequeña en los primeros tramos del misterio.“Hay mucho sentimiento, porque...”, y no pudo decir más.   

Ésas son algunas sensaciones de un barrio que esperaba ver culminados años de trabajo con el misterio, que estrenó ayer el dorado de las andas. “Que salga el Dios de Torreblanca”, gritó el capataz, Manuel Rocha, para alentar a los suyos, para recordarles “que ahí esta su gente”.

El  Cautivo cruzó el dintel y, con el sol golpeando de lado, deslumbró a sus vecinos, que más que aplaudir gritaban oles, mientras la banda Virgen de los Reyes comenzaba a tocar las primeras marchas: primero Humildad bajo la luna flamenca y, después, una dedicada al misterio, La soledad del Cautivo.

Mientras los costaleros reviraban para dar la vuelta alrededor del templo, Javi, un niño hijo de costalero, emulaba los pasos de la cuadrilla en un lateral. Hasta vestía igual: con camiseta blanca de El Cautivo, la faja y el costal. Toda una fórmula maestra para hacer cantera.    

Tras ellos, llegaron los penitentes y el primer tramo de carritos de bebé, con las madres de escolta de los pequeños nazarenos. Así hasta que el silencio regresó con la Virgen de los Dolores, que cogió rumbo a las calles de su barrio para quedarse allí... hasta que el barrio quiera. 

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