Local

Aquella ciudad y su arquitecto

Hace ochenta años se inauguraba la Exposición Iberoamericana de Sevilla, y poco después se apagaba la vida del arquitecto que la había imaginado, proyectado y construido en sus partes mas características. Una Exposición abierta en tiempos de extraordinaria recesión económica, con escasos visitantes, que gravitó sobre las deudas municipales...

el 16 sep 2009 / 02:31 h.

Hace ochenta años se inauguraba la Exposición Iberoamericana de Sevilla, y poco después se apagaba la vida del arquitecto que la había imaginado, proyectado y construido en sus partes mas características. Una Exposición abierta en tiempos de extraordinaria recesión económica, con escasos visitantes, que gravitó sobre las deudas municipales durante décadas pero permitió algunas de las transformaciones urbanas que la ciudad precisaba, acometidas a lo largo del primer tercio del siglo XX, con desigual eficacia pero con evidente influencia en el paisaje urbano y el imaginario colectivo de Sevilla.

Actuando en la directriz meridional marcada primero por las Delicias de Arjona, y definitivamente por el nuevo puerto de Sevilla, se alargó el escenario previsto para la Exposición, el entorno del parque de María Luisa, la primera y crucial innovación urbanística trazada por J. C. N. Forestier, jardinero del Bois de Boulogne de París. Las propuestas de pabellones circundantes ideados por Aníbal González, dieron lugar al primer fragmento de la Plaza de América.

Dilatada también en el tiempo, la idea de la Exposición mutó hacía una arquitectura de ambiciones monumentales con la Plaza de España. La ilusión de una autoría exclusiva quedó rota por la necesidad de la Dictadura de Primo de Rivera de protagonizar su inauguración. Un elenco muy amplio de arquitectos proyectaron otros pabellones, como Vicente Traver el de Sevilla (teatro-casino en el acceso principal) o los iberoamericanos, con una muestra magnífica de los mas relevantes como México, Argentina, Chile, Perú o Cuba, entre otros.

Después de haber contado con apoyos cruciales como el de Torcuato Luca de Tena y su familia, y el de otras muy notables de la Sevilla de la Restauración, condecorado y celebrado, la singularidad de su perfil biográfico incluía el fallido atentado sufrido en 1920. Pero la frustración de aquel sueño fue muy doloroso para Aníbal González. Ausente de la inauguración, el drama se consumó en el luto de su muerte, vivido de esa manera enfática en la que Sevilla se reconoce. Un cortejo fúnebre popular y artículos laudatorios, cerraban la trayectoria de un personaje extraordinario.

Sus múltiples obras contribuyeron a transformar la fisonomía de Sevilla, numerosos edificios de viviendas pero también piezas singulares como la capillita del Carmen en el Altozano o la casa de la Real Maestranza de Caballería. Imágenes nuevas de sabor viejo leídas en clave de continuidad, tal como Alejandro Guichot tituló su opúsculo, Desde Diego de Riaño hasta Aníbal González. Constitución de Escuela del Estilo Arquitectónico sevillano.

No es infrecuente el perfil del arquitecto que se sumerge en su arte con una fuerte dependencia vital. Pero si lo es que Sevilla sienta a un arquitecto, y no a un torero, incluso un escritor o un pintor, como artífice en la invención de su identidad. Aquella ciudad se reconoció en Aníbal González, y aún hoy se alimenta su nostalgia.

Catedrático de Arquitectura de la Hispalense

vpe@us.es

  • 1