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Aterrizaje forzoso en la Catedral

Los trabajadores de las cafeterías de San Pablo protagonizan un encierro indefinido en el interior del templo catedralicio para reclamar atención después de sumar 50 días de huelga

el 11 may 2013 / 08:00 h.

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Ayer cumplieron 50 días de huelga y uno desde que iniciaran el encierro indefinido en el interior de la Catedral. No fue una decisión premeditada. Tras la fallida reunión en el Sercla (Servicio Extrajudicial de Resolución de Conflictos Laborales) con el Grupo Abades, cuando más cerca estaban el acuerdo y la paz social, los 74 trabajadores de las cafeterías del aeropuerto decidieron llamar un poco la atención. Mientras la plantilla atiende a los medios, un goteo de turistas, nacionales y extranjeros, se detiene a leer las pancartas de reivindicación de la improvisada acampada ubicada en la puerta próxima a la de San Miguel. “Esta primera noche hay gente que ha dormido en el suelo. Los familiares han traido colchones, esterillas y mantas, y nos hemos ido prestando chaquetas y bolsos para que sirvieran de almohada”, explica Isabel Garrucho, presidenta del comité de empresa. Junto a ella está David, el trabajador despedido que ha iniciado una huelga de hambre. En la mano, la botella de suero. Él y sus compañeros consideran que su despido iba a servir “de ejemplo” para que la plantilla aceptase los cambios en sus condiciones laborales, pero generó un efecto contrario “que la empresa no se esperaba”. Y, cuando parecía que todo se reconducía tras casi dos meses, el caso de David volvió a separar a las partes. Entre el trasiego de gente que se ha interesado por su situación, hasta empresarios se han solidarizado con ellos. También extrabajadores de Boliden, que vivieron la misma experiencia en la Catedral, les han trasladado su apoyo y les han animado a “aguantar y a permanecer unidos”. Y lo están, vaya si lo están. Toda la plantilla permanecerá de día en el interior del templo y por la noche establecerán turnos para que varios puedan irse a casa a descansar. Entre ellos Soledad, que luce un embarazo de 20 semanas. “Se quería quedar anoche y me la tuve que llevar por la fuerza”, dice su padre, Manuel Moyano, que también trabajó en las cafeterías de San Pablo durante 38 años y ahora, con 64 abriles, está prejubilado y lleva dos meses sin cobrar su paga. “Siempre hemos sido una piña, porque varios miembros de una misma familia trabajan de esto”. Explica que en su caso están vinculados a la concesión de las cafeterías sus dos hijas. Y eso supone mucha más dificultad, apostilla Soledad, “porque no puedes ayudar a tu familia ni ella te puede echar una mano a ti”. “Pensaba traer un guiso grande para todos pero aquí ¿cómo lo iba a calentar?”. Por ahora, tiran de los bocadillos que les suministran desde CCOO y UGT Sevilla. ¿Y cómo se subsiste tras 50 días de huelga si es un día y se nota en el bolsillo? “Hay una cuenta abierta y la familia y los sindicatos aportan comida”.

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