El presidente de EEUU, George W. Bush, admitió ayer que durante los momentos más duros de la guerra de Irak, en 2006, temió el fracaso, pero se mostró públicamente optimista para mantener la moral alta. El líder estadounidense reconoció que para mediados de ese año, cuando se recrudecía la violencia, "estaba preocupado".
Meses más tarde, en enero de 2007, ordenó un aumento de 30.000 soldados en el número de militares estadounidenses desplegados en el país árabe. En este sentido, precisamente ayer Bush defendió su decisión de detener a partir de agosto la reducción de las tropas y afirmó que la situación en el país árabe ha mejorado pero quedan "desafíos serios y complejos".
Mientras tanto, seis personas murieron ayer en ataques en el norte de Irak, mientras que la Policía halló 18 cadáveres de personas al sur de Bagdad y en una localidad al sur de la capital, informaron fuentes del Ministerio iraquí del Interior. Uno de los ataques ocurrió al oeste de Mosul, donde dos civiles perdieron la vida al explotar un artefacto en un camión cisterna cerca de un puesto de control policial.
