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Concurso de Vírgenes

El concurso para elegir a la Dolorosa más guapa del Aljarafe es otra prueba de cómo el surrealismo se hizo carne en la Sevilla de los años veinte y habitó hasta ahora entre nosotros. En cualquier lugar del mundo una imagen dolorosa es tan solo eso: una representación del dolor, la pena, la angustia y la tristeza...

el 16 sep 2009 / 08:36 h.

El concurso para elegir a la Dolorosa más guapa del Aljarafe es otra prueba de cómo el surrealismo se hizo carne en la Sevilla de los años veinte y habitó hasta ahora entre nosotros. En cualquier lugar del mundo una imagen dolorosa es tan solo eso: una representación del dolor, la pena, la angustia y la tristeza y nadie ha comentado en un entierro lo guapa que está la madre del fallecido mientras llora. Pero éste es otro mundo: el negativo de la foto de la Macarena vestida de negro el día de las exequias de Joselito El Gallo se guarda desde entonces en una caja fuerte como si fuera un cuadro de Magritte.

Tal vez la corriente arrancara cuando a Fernando Villalón se le ocurrió escribir en poesía una comparación de la Virgen de San Gil con la de Lourdes en la que ésta quedaba muy mal parada tanto en el físico (cara de alubia, le ponía el verso) como en el vestido. Nadie se rasgó las vestiduras ni dijo lo de a dónde iremos a parar porque en el fondo el poema del ganadero de Morón de la Frontera expresaba lo que todo el mundo creía a pies juntillas. Pero también habremos de convenir en que aquélla era una sociedad bastante cerrada aunque la construcción de las torres de la Plaza de España estuviera abriendo el cielo.

Hoy vivimos en una sociedad mediática que es lo mismo que decir relacionada. Las ideas saltan de un sitio para otro, se enlazan de mil maneras y dan lugar a otras nuevas. Por otro lado, las expresiones artísticas contemporáneas suelen tener siempre una vertiente de ocurrencia y, desde ahí, siempre es posible que a alguien se le ocurra relacionar a nuestras dolorosas con la vida, exactamente igual que las relaciona ese concurso de belleza que tenemos todo el derecho a realizar. Pero cuando desde otro lado otro ejerza el suyo, no nos rasguemos las vestiduras: ésa es la primera regla del surrealismo.

Antonio Zoido es escritor e historiador.

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