Cultura

Crítica: Tradición de ruptura

El TeatroCentral ha presentado este fin de semana una de las propuestas estrellas de su temporada, la que, inspirada en Stravinsky, traía la notable compañía de baile Akram Khan

el 10 nov 2013 / 22:08 h.

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Clasificación: **** Teatro Central. 9 de noviembre. Compañía: Akram Khan. Dirección artística y coreografía: Akram Khan. Compositores: Nitin Sawhney, Jocelyn Pook, Ben Frost. Intérpretes: Kristina Alleyne, Sadé Alleyne, Ching-Ying Chien, Denis “Kooné” Kuhnert, Hannes Langolf, Yen-Ching Lin, TJ Lowe, Cristine Joy Riter, Catherine Shaub Abkarian, Nicola Monaco, Cheng-An Wu. Lo dijo Octavio Paz, en el arte contemporáneo la ruptura de la tradición ha acabado convirtiéndose en una tradición de ruptura. Akran Khan da buena cuenta de ello en este espectáculo, un particular homenaje a Stravinsky y a su Consagración de la Primavera, que este año alcanza el centenario. Para cumplir con el empeño contemporáneo de ruptura, Akram Khan llega a renunciar a la partitura original para conformar un drama que gira en torno al ritual del sacrificio. De esa manera, más que una nueva versión de la famosa obra nos encontramos con una obra original que toma de aquella que le presta el título su vocación de emocionar mediante la quiebra  de los modelos establecidos. Pero ya de por sí la danza contemporánea supone un ejercicio de trasgresión con respecto a los cánones del ballet, y a estas alturas la música contemporánea ha llegado incluso a renunciar a la melodía. Tal vez por eso Khan se centra en la puesta en escena para reproducir un espacio escénico donde se cumple el espíritu de la tragedia apuntado por Nieztche, esto es, un espacio donde conviven la belleza de la armonía y la mesura frente al arrebato del caos que preside la pasión. Así, mientras una figura blanca que representa la fuerza visual del arte apolíneo se pasea por el escenario con una perfecta colocación, los demás bailarines y bailarinas buscan su centro con un baile dionisíaco que lleva sus cuerpos a pasar de los quiebros del recogimiento a toda una gama de saltos y giros que alcanzan una apertura turbadora. Todo ello se ordena en función de una coreografía perfectamente estructurada que alcanza un alto grado de plasticidad y belleza en cuanto a la composición, delimitando un considerable número de imágenes inquietantes y sobrecogedoras. Aunque quizás lo que más impacta al espectador es la banda sonora, compuesta por Nitin Sawhney, Jocelyn Pook y Ben Frost quienes, a pesar de demostrar sus diferentes estilos, prestan a la obra una curiosa unidad que Khan, fiel a su objetivo, se empeña en fragmentar. De ahí que el ritmo del espectáculo decaiga en muchos momentos. Por otra parte, incomprensiblemente el coreógrafo recurre a algunos recursos un tanto manidos y efectistas, como el símbolo de los cuernos y las cuerdas o el uso del color rojo en la iluminación. No obstante los intérpretes rebozan virtuosismo y expresividad y la puesta en escena resulta absolutamente espectacular.

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