CasaLa Teatro.
Cuando el teatro se queda pequeño es cuando empiezan a surgir las mejores ideas. La afirmación puede sonar temeraria, pero su propietario, el arquitecto Javier Armado, experto en instalaciones de ocio, debe tener idea de lo que habla. En todas las ciudades y pueblos hay teatros clásicos, a la italiana, que cumplen su papel, pero ¿qué más?, se pregunta. La sociedad del siglo XXI precisa escenarios acordes a su tiempo, no sólo espacios en los que sentirse un espectador del siglo XIX, dirá.
Sin ánimo de crear competencia alguna con los teatros convencionales al menos no una crispada disputa Sevilla ha sido testigo en los últimos dos años del auge de variadas salas y recintos que derriban los viejos muros y, en muchos casos, vuelan por los aires la en ocasiones gélida separación entre actores e intérpretes y público.
Uno de los más atrevidos micromecenas teatrales del momento es Fernando Rodalva, propietario de CasaLa Teatro, un minúsculo lugar con 28 butacas que ocupa, literalmente, un puesto del Mercado de Triana. Emprendió su aventura el año pasado y, por ahora, la apuesta la mantiene. No hay otro CasaLa ni nada que se le parezca en España, no pregunté a nadie, simplemente... me arriesgué, reconoce. Todo empezó con unas butacas del Lope de Vega que iban a ser tiradas... y que Rodalva decidió reciclar dándoles nueva vida ante un escenario de tres metros. ¿Su reto? Ofrecer funciones en horario matutino. Entre la frutería y la panadería, ¿hace una función de marionetas?
Antiguo corralón de artesanos, el Espacio Rompemoldes en la calle San Luis representa un modelo de cultura lúdica muy barcelonés que, desde años, lucha por implantarse en el centro de la ciudad. Ocupado por jóvenes creadores que residen y trabajan en su interior, el lugar es un sitio mágico en el que se originan sinergias maravillosas, dice Fran, uno de sus muy activos inquilinos. Por ello no debe sorprender a nadie poder asistir en su singular patio a un concierto de jazz, música improvisada o antigua mientras un grupo de artistas dan inesperada vida a un óleo que comienza blanco.
Reverso de este, el Corral de Artesanos de Castellar lleva años pidiendo a gritos una manita de cal y otra de pintura, pero siempre habrá quien defienda su rancio abolengo, aquilatado con el señorío que dan las décadas de trabajo creativo continuado en su interior. Eva es una de las múltiples profesoras de bailes étnicos que danza en su interior y se muestra convencida de que aunque hay otros espacios mejores, más lujosos, el Corral debe permanecer prácticamente tal y como está. Llámenlo karma si quieren, pero quienes son asiduos de él reconocen que su anárquica distribución y lo azaroso de su programación forma parte de la identidad de uno de los centros alternativos de Sevilla por antonomasia.
Si hay una característica que, para bien o para mal, unifique a todos estos espacios es la casi total ausencia de subvenciones que reciben. Esto condicionará inevitablemente los programas, también el público, muy urbano, joven, con ganas de ver y escuchar otras cosas, dirá Armado, quien no duda en situar a Híspalis como una de las urbes que capitanea el empuje de los espacios alternativos tras Barcelona, Madrid y la caída en picado de Valencia.
En 2010, Varuma Teatro soñó levantar una gran carpa circense en Miraflores. El proyecto, multidisciplinar y enormemente ambicioso, no se ha visto realizado en su totalidad pero La Carpa como se denomina está ya erigida al final de la Carretera de Carmona. Su actividad es incesante y su efecto como dinamizador cultural de la zona viene notándose en el barrio desde que abrió.
El colectivo Live in the Roof ha sido de los últimos en aterrizar. Proponen redescubrir con conciertos de pequeño formato algunas de las azoteas más singulares de Sevilla. La Sala TNT muy próxima al Vacie o las compañías que trabajan en escenarios históricos también suman en esta lista creciente.
