Deportes

Daniel Martín Alexandre, la nueva vida de un antiguo héroe

Dani, autor del mítico gol que supuso el memorable triunfo del Betis ante el Chelsea en Champions, aterriza en el Tomares.

el 12 dic 2013 / 09:51 h.

REAL BETIS-CHELSEA Joaquín porta en hombros a Dani tras marcar el mítico gol ante el Chelsea en Champions. Foto: Archivo. Daniel Martín Alexandre (Sevilla, 16 de septiembre de 1981) fue un símbolo en la historia moderna del Real Betis gracias a la Copa del Rey de 2005, en la que anotó el gol decisivo ante Osasuna en la final del Vicente Calderón, y al encuentro de Champions League ante el potente Chelsea, que claudicó en el Benito Villamarín la mágica noche del 1 de noviembre de 2005. Hoy, ocho años después de aquella hazaña aún recordada por la fiel infantería heliopolitana, Dani es un chico de 32 años que cursa los estudios de entrenador. Retirado del fútbol en activo -su última aventura fue en el Pierikos Syndesmos griego-, el trianero afronta ahora un nuevo reto en la disciplina de la UD Tomares, en la que ejercerá de ayudante técnico de Gabi Hijón, otro trianero de pro de vocación docente y amante de la cantera. Tras su última singladura en la Segunda División griega, Dani retornó a su Sevilla natal para instalarse definitivamente en el Aljarafe, donde vive actualmente con su pareja y su única hija, Manuela. La saga de los Martín crecerá en los próximos días con el primer hijo del delantero, de nombre Daniel. “Se llamará como yo”, dice con orgullo horas después de acudir a su habitual terapia en el curso de entrenadores de nivel I que estudia en Gines. “Tengo muchas ganas de aportar cosas nuevas en un vestuario y me ha hecho muy feliz que Gabi me haya dado la oportunidad tan pronto”, ensalza con alegría. La UD Tomares, el conjunto en el que ha aterrizado, milita en la zona de descenso a Primera Provincial. “A los chavales les he dicho que del peligro se sale trabajando como colectivo, no de forma individual, algo que aprendí en mi etapa como futbolista”, apunta. Dani repetirá el ritual dominical con la nostalgia de haber vivido días memorables con la elástica de las trece barras. “La gente me recuerda los goles que metí. Han sido dos de los momentos más importantes en la historia del club”, enfatiza. En silencio y con la mirada fija, con sus amuletos de futbolista y el corazón a cien, el trianero retornará a un vestuario para asumir un rol diferente. Las cicatrices en sus rodillas, que han soportado estoicamente cinco intervenciones, son el fiel reflejo de una carrera repleta de momentos mágicos y otros amargos. En Baleares vivió el lamento de un ascenso perdido y en Grecia experimentó en su propia piel que el fútbol, en ocasiones, es un deporte de alto riesgo. “Sé que no volveré a jugar nunca más. Mi salud no me lo permite, pero sí es verdad que a veces te entra el gusanillo”, apunta mientras sonríe con la naturalidad con la que un día, a hombros de Joaquín, puro arte torero y filigrana, abandonó pletórico el Benito Villamarín. Aquel día fue el héroe inmortal y hoy, padre de dos hijos, quiere aprender a saborear la soledad del entrenador.

  • 1