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De escudero a caballero andante

Jon Ander Sánchez siempre tiene que dar explicaciones sobre su vida política, sobre su nombre y su origen andalúz.

el 24 sep 2009 / 09:07 h.

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Jon Ander Sánchez
Jon Ander Sánchez siempre tuvo que dar muchas explicaciones. Primero, su nombre. Jon Ander. Compuesto. Sánchez es el apellido, mucho más sevillano y apropiado para un delegado del Ayuntamiento. Segundo, su origen. Más andaluz, de Sevilla, que vasco, de Bilbao. Porque el que fuera hasta hace sólo unos días delegado de Economía y Empleo creció y maduró política y profesionalmente aquí, donde llegó hace unos 30 años con su familia.

La tercera explicación se le ha acabado atragantando: comunista, pero de origen sindical, de CCOO, de la escuela de Antonio Rodrigo Torrijos, de la corriente del PCA, pero no del núcleo que dirige ahora el partido, siempre guardando una distancia con la CUT y con los críticos... Con razón se le atragantó. Incluso los dirigentes de IU lo reconocen: en Sevilla no hay quien se aclare con las corrientes de una formación que a veces parece languidecer y de pronto emerge como un bloque sólido con barricadas por todas partes. Eso ocurre pocas veces. Por ejemplo, cuando alguien como Jon Ander Sánchez rebasa la barrera de la crítica orgánica y de los desencuentros personales y hace daño al partido. Eso no se perdona. Ni una voz a su favor.

El miércoles tuvo que dar las explicaciones más difíciles de su carrera política. Sus compañeros, sus camaradas, muestran sorpresa por las formas de su salida. Pero con la boca chica. Porque tras el rostro amable, la cara de bonachón, la mano tendida y la sonrisa, hay un persona con carácter. De ésas que cuando quieren decir algo, lo sueltan sin pelos en la lengua. Capaz de llamar "cáncer de la izquierda" a su portavoz, de calificar de "nido de burgueses" a Sevilla Global y de abrir una guerra contra la Consejería de Empleo por las escuelas taller.

Quiso marcar una línea propia, lo que rodeó su figura de contradicciones. Las reacciones de los empresarios y comerciantes confirmaron las peores sospechas del aparato del PCA. Algo falla para que Aprocom y la CES aplaudan a un dirigente comunista en plena crisis. ¿Cómo ha llegado Jon Ander Sánchez hasta ahí? ¿Cómo ha podido abrir una guerra orgánica con tan pocas opciones? ¿Quién eres Jon?

Y otra vez a dar explicaciones. Su vida pública ha sido un bucle que empieza y acaba en Torrijos. Fue su fiel escudero en las primeras batallas quijotescas contra los molinos. Entonces el primer teniente de alcalde venía ya de vuelta y él se convirtió por su formación jurídica (es licenciado en Derecho y Graduado Social) y pese a su edad (tiene 41 años en estos momentos) en el principal sustento de la guerra abierta contrala expulsión de Torrijos de CCOO. Y ganaron.

El siguiente capítulo llegó en el Gobierno en el primer mandato del pacto PSOE e IU. Sánchez, que fue director de área de Torrijos, se erigió entonces como uno de esos señores silenciosos con maletín que tienen en sus manos todos los comodines que un político requiere: las respuestas a las preguntas incómodas, las iniciativas que sirvan para relanzar un área, la propuesta que desbloquee una negociación. Esas personas que están allí donde va un delegado, y que soportan todas sus excentricidades. Y en esos años se labró su imagen de defensor de los trabajadores. De su móvil salían los mensajes que convocaban al resto de concejales a una concentración en la puerta del Ayuntamiento cada vez que había un accidente laboral mortal. Fueron muchos mensajes. Demasiados. La pareja también ganó entonces, hasta el punto de que Torrijos se convirtió en candidato en 2007.

Empezó entonces la transformación. Jon Ander Sánchez fue elevado a la categoría de delegado de Economía y Empleo pese a que como dicen muchos dirigentes no tenía el recorrido orgánico necesario para tener un puesto en una formación a la que no le sobran los cargos a repartir. Era el hombre de confianza de Torrijos, una persona eficiente y muy preparada. Y nadie lo duda en su partido incluso ahora. Parte de su casa se trasladó al Ayuntamiento (su mujer, Ana Vignerón, era coordinadora del área), mientras la otra, su hijo, se quedaba en el hogar. Fue recibido entre insultos de la patronal que en algunos casos no vio más allá de dos palabras de origen euskera y de unas siglas de pasado soviético. Pero poco a poco trazó su estrategia. Los que eran suyos se le rebelaban (prohibiciones de cámaras de videovigilancia incluidas) mientras que quienes le recibieron entre ofensas se sentaban a la mesa con él.

Y se consumó la transformación. Jon Ander Sánchez se puso el yelmo de bravo caballero y embistió por su cuenta contra los molinos. Cuestionó a Torrijos y trazó su propia estrategia de trabajo. La batalla se libró antes del verano, y él quedó en minoría. Su círculo de confianza relata que el partido vio en él una amenaza. En IU, en cambio, nadie dio la cara por él. Y sólo algunos aludían a su carácter ingenuo: creyó que podía convertirse en un referente interno y se equivocó.

Sánchez salió de la vida pública haciendo más ruido que cuando entró. El miércoles dejó el Consistorio. De nuevo a dar explicaciones. Se fue entre aplausos de los bancos socialistas -aunque no en público- y de los empresarios. Pero no de su partido.

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