De profesión, precario, qué remedio

Un joven jerezano publica en un libro sus experiencias en empleos ‘basura’ a pesar de estar licenciado y tener un master.

el 31 mar 2013 / 00:01 h.

33 Javier López ha escrito ‘Yo, precario’, un relato ácido en el que narra sus trabajos ‘basura’. 33 Javier López ha escrito ‘Yo, precario’, un relato ácido en el que narra sus trabajos ‘basura’. Repartidor de chocolatinas disfrazado de chocolatina gigante, controlador de máquinas de tabaco en bares, vigilante de los que se colaban en el Metro o speaker durante la Eurocopa para un cine de Sant Cugat. Javier López Menacho (Jerez de la Frontera, 1983) ha trabajado de casi todo, pero siempre en precario, a pesar de estar licenciado y de contar con un master. Pertenece a esa generación perdida de jóvenes muy preparados que solo encuentran en España un empleo esporádico a seis euros la hora. Como “catarsis personal” del drama laboral que vivía, este jerezano afincado en Barcelona empezó a escribir todas las noches sus experiencias en un blog que se propagó como la espuma. Ahora sus crónicas se han convertido en un libro (Yo, precario) que es a la vez un retrato emotivo y una comedia amarga de la triste realidad de un precario. “Para mí un trabajo que dure un mes es un alivio”. Javier López habla franco pero sin victimismo, incluso con un toque de humor ácido. Es el mismo tono con el que ha escrito su propia experiencia como precario. “No quiero parecer un ogro, ni que soy un rencoroso”, dice. Pero a Javier se le nota indignado, con los empresarios y con los políticos, y cansado de una situación laboral que no le permite vivir solo o tener un hijo. Ahora es oficialmente un escritor (ha escrito desde pequeño y, ha ganado una decena de premios), pero sigue llegando muy apretado a final de mes. “Estoy viviendo un sueño, que es poder escribir, pero a la vez una pesadilla de la que no logro salir, cuenta. Javier se licenció en Turismo en Jerez y poco después se fue a Valencia. Allí montó una empresa de proyectos educativos y de animación para niños. Le duró cuatro años, hasta que la crisis estalló y empezaron a dejarle de pagar. “No quería ser un cobrador del frac y lo dejé”, recuerda. Se marchó a Barcelona e hizo un máster en creación literaria por la Universidad Pompeu Fabra. Como cualquier otro joven, había trabajado en precario para pagarse los estudios, pero nunca imaginó que rozando los 30 seguiría encadenando empleos basura. “Uno sueña con tener un trabajo digno, comprarse un piso o formar una familia”, se lamenta. En la ciudad condal, su primer trabajo precario fue controlar el fraude del Metro. “Pasaba ocho horas de paisano apretando un botoncito cada vez que alguien se saltaba la barrera y se colaba. Me pagaban seis euros la hora”, explica, la media salarial de todos sus trabajos. El mejor pagado (50 euros) fue de animador de La Roja en un cine. Luego tuvo que vestirse de chocolatina gigante para repartir a los niños dulces en la calle. Al volver cansado y triste a su casa empezó a colgar en un blog sus experiencias. La primera la llamó la chococrónica. Al poco ya tenía 400 visitas al día y decidió relatar sus crónicas con los conocimientos que había aprendido como libre oyente (no podía pagar la asistencia) de un prestigioso curso de periodismo narrativo. Pero Javier seguía sumando trabajos basura. Cobraba 30 euros diarios después de pasarse horas apuntando en un papel las marcas de tabaco que se acababan en las máquinas de los locales, para un estudio de mercado. “El segundo día me atracaron y me intentaron extorsionar y lo dejé”. Entró casi en una depresión, pero cogió fuerzas para mandar su recopilación de escritos a una editorial crítica (Los Libros del Lince) y sorprendentemente le publicaron un libro. Cuando lo estaba ultimando, Javier quiso que el final fuera “esperanzador”. En ese momento tuvo por fin un golpe de suerte y empezó a trabajar de freelance redactando ofertas de publicidad para un portal de internet. Esa es su ocupación ahora mismo, aunque cuando está “apurado” acepta trabajos precarios. No le queda otra. “Ya no soy joven, pero comparto piso en Barcelona. Saco los libros de la biblioteca, me compro una sudadera al trimestre y mi compra semanal en el supermercado no puede superar los 25 euros”, afirma. Con este libro, Javier López quiere hacer visible el “drama” de una generación que es incapaz de encontrar un “trabajo digno”. “Me he hartado de echar currículum, pero la sociedad no me ha dado una oportunidad”. “Ojalá este libro sirva para que un montón de empresarios en los despachos, esos que firman ERE, se den cuenta de que la gente lo está pasando muy mal”, asegura. De los políticos no quiere escuchar ni hablar. “Nuestra generación no cree en los políticos y no sé si ellos se dan cuenta. Te dicen que te entienden, pero solo buscan lucrarse. No pueden hablar de una realidad que no conocen”, critica. A Javier le “indignan” los escándalos de corrupción que afectan a los grandes partidos. “Imagínate lo que es ver eso para un precario. Te hace alejarte de los políticos y del sistema; no es justo”. No quiere saber nada ni de ningún dirigente político. “No le estrecharía la mano ni a Rajoy ni a Griñán”, sentencia. Tampoco se cree nada de los pactos que sellan los gobernantes, como el rubricado recientemente por la Junta con sindicatos y empresarios para crear empleo. Javier López no se plantea volver a Andalucía, la comunidad con más paro de España ni a Jerez, el ayuntamientos “más endeudado del país”. “¿Cómo voy a volver? Sería meterme en un hoyo negro donde no hay salida. Todos mis amigos se están yendo fuera”, dice, aunque muchos de ellos también sufren trabajos precarios en Europa. Su hermano gemelo malvive en Madrid. Una generación “infrautilizada” a la espera de una oportunidad. H

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