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Dedican una calle a la Hermana Valeriana

Valeriana García, la Hermana Valeriana, va a tener una calle en Écija, un honor que se suma a su elección como Mujer Trabajadora del Año 2006. La antigua religiosa lleva casi toda su vida dedicada a cuidar a niños con deficiencias psíquicas y físicas en Colombia, donde ha fundado los Hogares Luz y Vida. Foto: El Correo.

el 15 sep 2009 / 09:46 h.

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Valeriana García, la Hermana Valeriana, va a tener una calle en Écija, un honor que se suma a su elección como Mujer Trabajadora del Año 2006. La antigua religiosa lleva casi toda su vida dedicada a cuidar a niños con deficiencias psíquicas y físicas en Colombia, donde ha fundado los Hogares Luz y Vida.

Nacida en Écija, la sexta de 14 hermanos, Valeriana García ingresó muy joven en la Comunidad Filipinense de las Hijas de María Dolorosa. En 1970 se traslada a Colombia como misionera. En 1973 la enviaron a la selva del Putumayo, donde estuvo trabajando en las veredas indígenas, atendiendo a enfermos y prestando ayuda a los necesitados.

A principios de los años 80 del pasado siglo - y tras una estancia de ocho meses en Panamá - decidió solicitar a su comunidad un permiso para tener una experiencia fuera de ella. Fue en el instituto de niños ciegos de la Fundación Juan Antonio Pardo Ospina, donde trabajó desde febrero de 1984 hasta noviembre de 1990; primero lo hizo como encargada de la dirección del internado y luego como subdirectora del instituto.

Al mes de estar en el internado ingresó en el mismo una pequeña de escasos cinco meses de vida, abandonada por sus progenitores y rechazada por sus padres adoptivos, al enterarse que era ciega. La monja ecijana decidió adoptarla, en contra de la opinión de su congregación, que la invitó a colgar los hábitos. Valeriana García eligió ser madre adoptiva de la pequeña ciega, a la que dio su nombre y sus apellidos y con ella inició la creación de una casa de acogida para niños abandonados con problemas de visión.

En febrero de 1990 abrió el hogar con tan solo 4 niños que tenían problemas visuales. Apenas un año después, en enero de 1991, acogió un grupo de pequeños en el que estaba Rosa Maria Rivera, una niña con parálisis cerebral por quien modificó de manera definitiva el objetivo del hogar: decidió que su casa de acogida no seria sólo de niños invidentes, sino que protegería a niños abandonados, especialmente aquellos con cualquier tipo de discapacidad.

Donaciones. La ex religiosa ecijana ha recurrido a donaciones para construir su red de Hogares Luz y Vida, que actualmente atiende a más de 700 niños y niñas en Bogotá. Además, unas 150 personas más también son atendidas en los Centros de Día de Ayuda a Marginados. "Seguiré luchando para que esta obra se amplié y pueda proteger y brindar amor al mayor numero posible de personas que lo requieran", enfatiza la Hermana Valeriana.

Además, la monja asegura que "siempre he contado con el apoyo de Dios y de los corazones generosos que viendo mi apostolado y el gran amor por lo que hago han colaborado cada día".

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