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Del telecabina al hambre

La Iniciativa Sevilla Abierta busca en su quinto foro sobre el futuro de la ciudad propuestas para zanjar las fracturas sociales y urbanas, que se evidencian en dramas sociales como el del Polígono Sur o Tres Barrios.

el 04 mar 2014 / 09:56 h.

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El tema que lanzaba ayer la Iniciativa Sevilla Abierta para la quinta sesión de su ciclo de conferencias sobre cómo será nuestra urbe dentro de 20 años, celebrada ayer en la sala La Fundición con otro lleno absoluto, ponía sobre la mesa las propuestas ciudadanas para zanjar la fractura urbana y social que padece la capital hispalense en la actualidad. Al debate, moderado por la escritora Rosario Izquierdo, estaban invitados como ponentes el arquitecto y gran conocedor de la realidad sevillana Juan Ruesga, la arquitecta Reyes Gallego –que actualmente trabaja para la Consejería de Fomento de la Junta–, Pedro Jiménez, perteneciente al movimiento cultural Zemos 98, y Francisco Javier Aguilar, miembro de la Plataforma Cívica Tres Barrios-Amate. Precisamente la intervención de este último, alejada de las cuestiones urbanísticas que generalmente acaban copando los debates sobre el futuro de la ciudad, dibujó una realidad que a veces no queda lo suficientemente retratada, la de una Sevilla que en sólo dos décadas ha pasado de convivir con sistemas de transporte innovadores como el telecabina de la Expo, a hacerlo con una dramática realidad social, el hambre. sevilla-abierta«En nuestro barrio hay una catástrofe alimentaria y eso no se puede ocultar. Cáritas y las asociaciones de vecinos están desbordadas. De 9 a 11 de la mañana, cada día, se reparte comida en un centro para los necesitados, y las colas a sus puertas comienzan a formarse a las seis de la mañana. La Cruz Roja está repartiendo alimentos en Tres Barrios. Y las administraciones, ninguna, está demostrando voluntad para arreglarlo». Así de tajante se mostraba ayer Aguilar, que lamentaba cómo el plan integral que necesita el barrio, y que está aún pendiente de aprobación por parte de la administración autonómica, se ha quedado en el terreno de la confrontación política. «La Junta y el Ayuntamiento se torpedean mutuamente, y por eso nosotros hemos decidido no ir a más reuniones con ellos. Tras más de diez años no somos muy optimistas, sobre todo al ver cómo para Los Pajaritos, por ejemplo, que necesita de una inversión millonaria para regenerarse, se le destinan unos escasos 30.000 euros», censuraba el portavoz de la entidad vecinal. Pero esta dramática situación no es patrimonio exclusivo de los barrios sevillanos, como se encargaba de recordar Juan Ruesga. «Como vecino del Centro debo decir que también allí hay colas de gente esperando para poder comer. No sólo pasa en la periferia». La situación concreta de Tres Barrios-Amate sirvió a los participantes para evidenciar la necesidad de eliminar las barreras que separan actualmente los distintos barrios de la ciudad. Como ejemplo, se pusieron casos tan dispares como el de la isla de la Cartuja, aislada por vallas para preservar la tranquilidad del parque tecnológico y de sus habitantes, y el del Polígono Sur, cuyo aislamiento es fruto de una mala concepción inicial, según recordó Reyes Gallego: «Se aisló este barrio con la vía de tren que se construyó para la Expo y que no se soterró en esta zona, con el muro de Hytasa, con la SE-30 y con la falta de servicios públicos. Esto ha cercado esta zona hasta convertirla en un gueto», explicó. Esta arquitecta reclamó un planteamiento más centrado en el transporte público y la bicicleta para el futuro de la capital, ya que «una ciudad pensada para el coche es más insegura y fragmentada socialmente» y criticó la falta de una filosofía más humana en el urbanismo de Sevilla actual, donde «se eliminan bancos de las plazas para que la gente no se siente y acabar con un problema vecinal de la forma más fácil, sin diálogo, o se cambian las farolas de la Plaza del Pan por motivos supuestamente estéticos o quizá políticos». También se refirió a ciertos aspectos del diseño urbano que se heredó de la Exposición Universal de 1992, como las «plazas de asfalto», que a su juicio han traído un modelo poco humano de convivencia, o al telecabina, una «oportunidad perdida de Sevilla que hubiera supuesto un interesante medio de transporte con otra perspectiva». En su turno, Juan Ruesga se centró en la proyección de futuro de Sevilla, y apostó por «terminar la ciudad», para lo que demandó que se cumpla lo que ya está diseñado en los planes generales de ordenación urbana. «Está todo previsto y planificado. Que se ejecuten las medidas ya aprobadas, y que se haga con prisa, porque 20 años no son nada». En caso contrario, advirtió de que volverán a ocurrir casos como el del metro, que comenzó a diseñarse en la década de 1960 y no se inauguró hasta 2009. «Hemos tardado 41 años, tras constantes cambios de ideas, y ahora no tenemos una red de metro, sino una línea». Por ello, insistió en que se respeten los planes estratégicos y que se varíen, en todo caso, los modelos de gestión. «Ningún PGOU se ha efectuado nunca en su totalidad. Yo propongo ejecutar todo lo planificado: completar la red de metros, la de cercanías y apostar por el transporte público», subrayó el arquitecto. Además, apostó por tomar la SE-30 como una nueva ronda histórica de Sevilla, completando todo lo que queda rodeado por esta vía como un casco urbano cuyo planeamiento debe completarse. Pedro Jiménez, por su parte, aseguró que la ciudad dentro de 20 años «será como la queramos construir ahora» y centró su intervención en la necesidad de fomentar la educación a través de la comunicación a través de las nuevas tecnologías. Este licenciado en Comunicación Audiovisual denunció también que «la ciudad vive en una tremenda precariedad, sin un espacio con un proyecto comunitario de apropiación por parte de los ciudadanos» y propuso usar los nuevos métodos de comunicación para remediar esta carencia.

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