Para el profano suena a partícula subatómica o uno de esos huesecillos huidizos que figuran en la articulación de la muñeca. Pero no: a pesar de lo incierto de su nombre se trata de un objeto que todos conocemos bien, y que decora las copas de los álamos durante las fiestas del pesebre y la tarjeta de crédito. Ahora esas pequeñas luciérnagas van a pasar a alumbrar otro tipo de fiestas, menos sagradas pero no menos desaforadas, y ocuparán los puestos preeminentes en la portada de la Feria. Adiós, viejas bombillas, adiós. Llegará el tiempo en que los caricaturistas dibujen diodos encima de las cabezas de quienes acaben de tener una idea, si es que sigue habiendo ideas.
Luis Manuel Ruiz García
