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Educando desde el huerto

El Comité Pro Parque Educativo de Miraflores ha sido galardonado con el premio Andalucía de Medio Ambiente. La clave de su éxito es el trabajo y la implicación de los vecinos.

el 19 may 2014 / 23:35 h.

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Manuel Lara, presidente de la asociación Pro Parque Educativo de Miraflores, premio Andalucía de Medio Ambiente 2014, delante de los huertos. / Pepo Herrera Manuel Lara, presidente de la asociación Pro Parque Educativo de Miraflores, premio Andalucía de Medio Ambiente 2014, delante de los huertos. / Pepo Herrera El Premio Andalucía de Medio Ambiente al mejor proyecto de educación ambiental será entregado el próximo día 5 de junio (día mundial del Medio Ambiente) al Comité Pro Parque Educativo Miraflores encabezado por una asociación cuyo fin es impulsar la recuperación del patrimonio natural, cultural e histórico-artístico de este rincón de Miraflores, una escombrera durante el siglo XX convertida en un parque de 90 hectáreas. Este comité ha puesto en marcha la escuela taller de Miraflores y el programa de educación ambiental Huerta las Moreras, pionero en España, que utiliza los huertos como recurso social y educativo. Sus responsables han asesorado a los hortelanos del Alamillo, Alcosa, Torreblanca, Bellavista y de numerosos pueblos de dentro y fuera de la provincia. Son un referente pero ¿cuál es el secreto de su éxito? El presidente de la asociación, Manuel Lara, Medalla de la Ciudad hace dos años, cree que el nuevo premio es un reconocimiento al gran trabajo que se realiza en esta isla verde de la Macarena y asegura que precisamente el trabajo y la participación son las claves del éxito. «Llevamos 30 años luchando y organizando todo esto. Nadie nos montó los huertos, lo hicimos a base de trabajo, y por eso resistimos, porque nos duele todo lo que pase aquí. Nos duele que las educadoras lleven meses sin cobrar porque no llega el dinero del Ayuntamiento, nos duele que nos digan que estamos sobredimensionados, pero nos sentimos orgullosos al ver cómo 300 niños participan al año en los huertos escolares, cómo hay una media de 6.000 visitas anuales gracias al itinerario pedagógico o cómo hemos repartido 18.000 plantas para las 166 huertas. Hacemos mucho por el barrio, por los niños y por los mayores, a los que la huerta les da vida», explica Lara. Un hortelano en uno de los 166 huertos de ocio de Miraflores. / Pepo Herrera Un hortelano en uno de los 166 huertos de ocio de Miraflores. / Pepo Herrera Y se queda corto, porque este parque es mucho más. La «coletilla» de educativo en el nombre de la asociación «no es un adorno», como explica el representante vecinal porque aunque la asociación nació en 1983 para reivindicar la construcción del parque (que arrancó tres años más tarde) su gran objetivo era combatir el fracaso escolar. Muchos de los fundadores de la asociación eran miembros de las Ampas y profesores en paro que reclamaban la construcción de centros educativos en un barrio en plena expansión. «Llegamos a la conclusión de que el entorno de la escuela también tenía que mejorar. Queríamos culturizar, enriquecer el entorno, así que reclamamos la construcción del parque y lo enfocamos en la educación», comenta Lara, quien recuerda en el distrito Macarena «un crecimiento urbano caótico que destruyó el patrimonio rural». Así, el patrimonio rural debía ser el eje vertebrador del parque. Su hacienda, su casa del guarda, su molino ahora reconstruido por la escuela taller, los pozos norias y el secadero de tabaco. Los recursos pedagógicos de la naturaleza decidieron usarlos para que los niños y vecinos conocieran su entorno, el que había antes de levantar los pisos. De ahí partió una iniciativa con una idea estrella: 166 huertos de ocio y diez escolares. Cada tarde acuden niños de quinto curso de primaria de cuatro de los once colegios del distrito que participan. Los que quieren seguir un curso más, lo hacen gracias al programa Invernadero Joven, «con un nivel más avanzado», según Lara. Los niños, además, disfrutan de acampadas y de las fiestas que se organizan. La próxima cita: la cata de la patata este 23 de mayo. Los hortelanos no tienen que pagar dinero para poder plantar y recoger sus frutos, pero sí «se les cobra en especie». Esto es, deben contribuir participando en las actividades, aunque no es obligatorio. «Lo hacen porque es un bien social, así que tenemos tajos o tareas comunitarias, como los que se encargan de las semillas en el invernadero, los que venden los productos de tratamiento ecológico a precio de coste y en dosis pequeñas, los que reparan maquinaria, los que arreglan el vallado, los que ayudan a las educadoras con los niños o los que preparan los jardines comunes». En definitiva, lo que mantiene abierto este proyecto y lo que le hace recibir galardones es el compromiso y la implicación de los vecinos.

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