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El Amor vuelve a su casa

Llegó la hora. Después de un lustro en el exilio sin respirar el aire de la Colegial del Salvador, el Cristo del Amor y la Virgen del Socorro emprendieron ayer el regreso a su casa desde la Anunciación.

el 15 sep 2009 / 00:43 h.

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Llegó la hora. Después de un lustro en el exilio sin respirar el aire de la Colegial del Salvador, el Cristo del Amor y la Virgen del Socorro emprendieron ayer el regreso a su casa desde la Anunciación, sede provisional de la Archicofradía. En la plaza se escuchó la primera saeta del año.

Los alrededores de la Encarnación se paralizaron para rendirle su último adiós al que ha sido su huésped más señero. La Anunciación, llegada la hora, abrió una vez más los portones que cada Semana Santa, desde hace cinco años, señalaban el punto de partida para emprender la estación de penitencia. Sin embargo, ayer los nervios previos a la puesta en la calle de la Cruz de Guía se tornaron en vivencias y recuerdos de todos los que se quedaron sin presenciar el camino de regreso.

Una vez terminada la misa de difuntos, y tras el posterior viacrucis, las hermanas que no pueden acompañar en la noche del Domingo de Ramos a sus titulares portaron en sus hombros la talla del crucificado y de la Dolorosa. Los hermanos del Valle guiaron las andas hasta la salida definitiva del templo sitado en la calle Laraña.

La cera incipiente en las velas armónicamente dispuestas en las 150 parejas de hermanos acompañaban la comitiva. La consigna era traje oscuro y la medalla al cuello con el fin de mantener la imagen armónica que esta hermandad siempre ha tenido a bien de guardar y conservar.

La muchedumbre impaciente guardó silencio riguroso. Las 21.45 de la noche. Gira el Amor para encauzar la angosta calle Cuna. El señor acalla a la muchedumbre. Se perfila la espalda del Crucificado de Juan de Mesa. Mientras, en el dintel de la Anunciación la Virgen del Socorro sigue los pasos de su Amantísimo. Pasa el Amor y pasan las penas. La Plaza del Salvador espera la llegada de las primeras velas rojas entre el tímido azahar que despunta en los naranjos. Es entonces cuando desde un balcón se entona la primera saeta del año: un Padrenuestro que emociona a los hermanos de la Hermandad del Rocío de Sevilla y de Pasión que portan las imágenes hasta el interior de la remozada Iglesia de El Salvador.

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