Es vegetariano, tiene dislexia, se ha casado en tres ocasiones, tiene dos hijos adoptivos y uno biológico y es el más mediático representante de una oscura religión -la Cienciología- de la que la mayoría de los mortales desconoce sus mandamientos básicos. No podía ser de otro modo. Además de guapérrimo oficial y de hombre más poderoso de la industria del cine (según la revista Forbes), Tom Cruise (Syracuse, Nueva York, 1962) posee también todos los requerimientos de una gran estrella de Hollywood: cierto aroma a escándalo, una vida personal indisolublemente unida a la profesional y una secuencia de excentricidades irresistible para el papel couché. Y todo mantenido durante los 25 años que lleva invicto en el podium de la industria del entretenimiento.Pero las estrellas también se pasean por la cuerda floja, y Tom Cruise llega a Sevilla en un momento convulso: su comportamiento de quinceañero enamorado de Katie Holmes -con esa imagen del actor descontrolado dando brincos en el sofá del programa de Oprah Winfrey- y sus extravagancias cienciológicas -si es que este palabro existe- llevaron a los estudios Paramount a despedir a la estrella. A partir de aquí, todos le daban por muerto (pasados ya los 40 años que hacen de un actor de Hollywood casi un jubilado), pero tras aliarse con la Metro Goldwyn Mayer, se ha colocado al frente de United Artists y se ha implicado con tanta seriedad en el último proyecto que ha protagonizado (Operación Walkiria), que no hay fuerza exterior que parezca desestabilizarle el podium (además, no hay nada que le guste más a Hollywood que una resurreción). Y es que ya hemos dicho que Cruise no es un cualquiera. Nadie como él ha sabido transformarse de ídolo de adolescentes (Top Gun) a superestrella de acción (Misión Imposible), actor dramático (Nacido el 4 de julio), cómico en papeles minúsculos (Tropic Thunder) o galán de sonrisa irresistible (Cocktail). Enamorado del cine de autor (Magnolia, Eyes wide shut) o máximo representante del más comercial (La guerra de los mundos), humano (Rain Man) o inhumano (Entrevista con el vampiro), Tom Cruise es el actor americano por excelencia, la primera estrella global que pisa tierras sevillanas en muchos años (lo hará en estos días; un retraso en el programa de rodaje en Boston nos hace imposible dar la fecha exacta) y, cómo no, llega precedido por varias polémicas:
La primera de ellas nace de las entrañas del propio guión de la película Knight and day, de James Mangold, que ya se rueda en las calles del centro. Eso sí, y aquí aparece el conflicto, sin nombrar que sus protagonistas están Sevilla (¡Oh pecado capital! llega Tom Cruise al ombligo del mundo y no lo grita a cámara abierta). Pero no para ahí la cosa. No estaba contento Cruise con su resultado en Misión imposible II, en la que España se convertía en un país (más) absurdo donde falleras y mozos de sanfermines corrían junto a pasos de Semana Santa, para después quemarlos en Sevilla, que vuelve a repetir errores culturales y geográficos de bulto con unos encierros en la Maestranza. Aún recuerdo el diálogo de Misión Imposible, tremendamente revelador:
Anthony Hopkins mira por la ventana la escena, incrédulo, mientras comenta a Cruise:
-Estas fiestas son un fastidio, honrando santos y quemando cosas. Curiosa manera de celebrarlo ¿no cree?
- Sí, Anthony, muy curiosa.
Y tanto, Tom... Y tanto.Y la última polémica es la protagonizada por los comerciantes de esta ciudad, esas voces siempre críticas que ven contubernios en cualquier esquina, dispuestos a arruinarles, con tanto corte de calles y tráfico, su campaña de Navidad. Pero esta Sevilla defensora de la ortodoxia que no permite un cirial de más un Viernes Santo, es también una ciudad que todo lo absorbe.¿Quién se acordará de los atascos, de los comercios cerrados, de las calles cortadas, cuando la sonrisa perfecta y los ojos más azules de Hollywood -ahora que Newman nos ha dejado- se deshaga de su guardia pretoriana para darse su habitual baño de multitudes, esta vez a los pies de la Giralda?
