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El banquillo más rosa

Un gran despliegue policial y mediático rodeó desde primera hora de la mañana la Ciudad de la Justicia de Málaga. Los programas del corazón buscaban a sus protagonistas, sobre todo Marisol Yagüe y Julián Muñoz.

el 27 sep 2010 / 20:34 h.

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Marisol Yagüe llegó al juicio acompañada de su hijo.
Una nube de fotógrafos, cámaras de televisión y micrófonos se movía compacta por la acera. No se identificaba ninguna forma concreta, salvo una abigarrada mezcla de extremidades y cables. Sin embargo, en el centro estaba Marisol Yagüe, ex alcaldesa de Marbella y la última en llegar a la Ciudad de la Justicia para asistir al juicio por el «caso Malaya». Su llegada levantó una gran expectación, aunque no fue el único caso. Julián Muñoz, sin duda la estrella mediática del juicio; José Ávila Rojas; Isabel García Marcos; Pedro Román; Rafael Gómez Sandokan; o el ex presidente del Sevilla y ex novio de Sofía Mazagatos, José María González de Caldas; también arrastraron tras de sí el interés de la crónica rosa, que durante la mañana ayer montó su centro de operaciones en la puerta de la Ciudad de la Justicia.

 

Pocos faltaron al inicio de uno de los juicios por corrupción más importantes celebrados en España y que tiene unas fuertes relaciones con el mundo de la farándula. El «caso Malaya» no sólo ha puesto en la picota a un modelo de gestión política de dudosa legalidad, sino que también amenaza con llevarse por delante a una parte de los protagonistas de los programas del corazón.

La importancia de la vertiente rosa del juicio se mide por un indicio muy claro, como es la presencia del Mocito Feliz, personaje malagueño que busca los puntos calientes de la información de corazón para buscar sus cinco minutos de fama, como decía Andy Warhol.

La jornada comenzó temprano. A las 7.30 horas se estaba colocando el trípode de la cámara para el programa de Ana Rosa Quintana. Cogía sitio para realizar las constantes conexiones en directo previstas con el magacín matutino de Tele 5. No eran las únicas. Televisión Española lo hizo para el programa de Mariló Montero; Antena 3, para Susanna Griso; Canal Sur, para Irma Soriano; y Cuatro, para Concha García Campoy. Todos desplazaron a diferentes unidades para centrar su programación de ayer en el inicio de este juicio. La programación de ayer y de la semana. La apuesta mayor la planteó Antena 3, que destacó a la puerta de la Ciudad de la Justicia a María Patiño, la conocida periodista del corazón que, micrófono en mano, solía iniciar las carreras para abordar a los imputados, según llegaban a las dependencias judiciales.

No fueron pocos los que aprovecharon que tenían que pasar por los juzgados para observar con curiosidad el circo mediático montado alrededor del juicio o seguirlo por la gran pantalla instalada en uno de los pasillos de la Ciudad de la Justicia. La propia Patiño se convirtió en protagonista para muchos de estos curiosos.

La vertiente mediática de este juicio quedó clara cuando entró el ex jefe de la Policía Local de Marbella, Rafael del Pozo, apenas reconocido por la prensa del corazón y que accedió a la Ciudad de la Justicia sin apenas revuelo. Justo lo contrario de Julián Muñoz, que tuvo que esperar a que la Policía Nacional le abriera paso entre la abigarrada multitud de periodistas que le pedía, sin éxito, una declaración. Junto a él llegó el, pocas veces discreto, abogado Javier Saavedra, que se encarga de su defensa. De hecho, Muñoz apenas se relacionó con el resto de imputados y se sentó en la penúltima fila del espacio reservado para los 95 acusados, junto a Rafael del Pozo. Una de las anécdotas de la jornada la protagonizó este acusado, que recibió gritos de «sinvergüenza» y «ladrón» por algunas señoras que pasaban por la Ciudad de la Justicia cuando él entraba en un lujoso coche para marcharse tras la primera vista del juicio.

Las Chaneles. Las que sí mostraron sus buenas relaciones fueron Marisol Yagüe e Isabel García Marcos. Ambas permanecieron sentadas juntas durante la primera vista del juicio y no se separaron durante el receso que se celebró a media mañana. Las Chaneles, como se les conocía durante su estancia en la cárcel por otras internas, hicieron gala de los lazos cultivados durante los últimos años del Gilismo y de la celda compartida en Alhaurín de la Torre. Yagüe fue una de las más perseguidas, tanto a su llegada como en su marcha de la Ciudad de la Justicia. Acompañada por su hijo, se fue visiblemente afectada por la presión mediática y afirmando que «no podía estar tranquila en ningún sitio». Por su parte, García Marcos se mantuvo sonriente durante su paso por la zona donde estaban las cámaras.

También lo hizo así José María González de Caldas quien, antes de entrar al comienzo del juicio, insistió: «Estoy muy tranquilo. ¿No me veis cómo estoy?». La llamativa atracción mediática de algunos de los acusados era aprovechada por otros para encontrar una discreción muy preciada entre tantas cámaras. El empresario Tomás Olivo lo consiguió llegando de los primeros, sobre las 8.30 horas, y sin llamar apenas la atención. A la salida utilizó a Julián Muñoz como pantalla, al igual que hizo la abogada imputada Montserrat Corulla, que se marchó tranquilamente. Otros, en cambio, parecían que iban buscando llamar la atención.

Así lo hizo el empresario Rafael Gómez Sandokan, propietario de Arenal 2000 e implicado en la trama por el juez instructor Miguel Ángel Torres. Llegó tranquilo y fue el único que se paró a hablar tranquilamente a los periodistas: «Nunca he actuado de forma fraudulenta, no he hecho nada y estoy muy tranquilo», comentó con calma, para luego continuar: «Estuve 5 años de inmigrante en Francia, fundé la empresa desde la nada y tuve a 10.000 trabajadores. He sido una víctima». Sandokan tuvo además el apoyo de su familia. Su mujer y sus dos hijos llegaron de Córdoba para recogerlo, ante la sorpresa de Rafael Gómez cuando los vio al salir de la sala del juicio.

El receso. El descanso decretado por el juez José Godino a media mañana permitió que los imputados salieran al vestíbulo y a la cafetería para estirar las piernas. Eso levantó una enorme expectación entre funcionarios, visitantes y trabajadores de la Ciudad de la Justicia, que se cruzaron con muchas caras conocidas por la televisión.

Esta expectación fue respondida por la propia organización del macrojuicio, que previó la instalación de una gran pantalla en la entrada a la sala de vistas, para el público pudiera seguir el desarrollo del juicio ante el exiguo espacio destinado al libre acceso. Sólo había disponibles 24 plazas de las 50 previstas inicialmente y que fueron parcialmente ocupadas por abogados que acudieron a reforzar los equipos de defensa de los 96 acusados. La pantalla exterior cumplió a la perfección con su cometido y unas 60 personas estuvieron permanentemente viendo el desarrollo de las intervenciones. No era un grupo compacto. Había funcionarios que se paraban unos minutos, familiares de algún acusado como de Rafael Gómez, curiosos que pasaron el rato, abogados de paso entre juicio y juicio, y personas con cuentas pendientes por resolver en la Ciudad de la Justicia. «Esto va a quedar nulo», comentaba uno de los espectadores tras escuchar a Horacio Oliva defender a los testaferros de Juan Antonio Roca. «Eso es imposible, ¿cómo lo van a hacer si todo el mundo sabe que han robado», comentaba su compañero. «¿Y la Pantoja y la Zaldívar? ¿Dónde están?», preguntaba una curiosa algo despistada. Para ello habrá que esperar a otro juicio.

El gran protagonista. Basta con interpretar la disposición de los acusados para ver cómo Juan Antonio Roca se erige en el gran protagonista del juicio sobre el «caso Malaya». Los 96 imputados se sentaban en el centro de la sala donde tuvo lugar la vista. Sin embargo, la primera fila se reservó para el que es considerado por la acusación como el cerebro de la trama de corrupción que implicó al Ayuntamiento de Marbella durante más de 15 años. Sólo, con chaqueta y corbata, con semblante muy tranquilo, apuntando abundantes notas en una libreta y con tres policías nacionales escoltándole, Roca se situaba en el centro de todas las miradas y con 95 acusados detrás en una puesta en escena bastante significativa. Parecía que el resto de los imputados querían marcar distancia con él sentándose en los bancos de atrás.

Sólo una persona se mantuvo en la misma fila que Juan Antonio Roca, Óscar Benavente, acusado de ser uno de sus testaferros. Sin embargo, también había algo en su lenguaje corporal que buscaba distanciarse del principal acusado. No se sentó a su lado, sino que dejó un asiento libre entre los dos. Al menos, Roca se libró se sufrir el acoso mediático de la entrada, ya que accedió y se marchó de la Ciudad de la Justicia en un furgón policial, ya que es el único de los procesados que permanece encarcelado. La esposa de Juan Antonio Roca, María Rosa Jimeno, también en la nómina de acusados, llegó por su lado y se sentó en la tercera fila, bastante afectada por el inicio del juicio y sin quitarse las gafas de sol en ningún momento. Detrás de los acusados se encontraba el público, entre los que estaba el actual portavoz del PP en el Ayuntamiento de Marbella, Félix Romera, representando a la acusación particular del municipio y quien reclamó la restitución de todo el patrimonio robado a los marbellís, a los que considera las principales víctimas.

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