Local

El centrismo también tiene principios

A primeros del año 90, poco antes del congreso nacional del PP en Sevilla, en el que José María Aznar fue elegido presidente de un partido que estaba dando visibles pasos renovadores, no sólo en el nombre sino en las personas y en los planteamientos, se me hizo la oferta de incorporarme a ese proyecto.

el 15 sep 2009 / 05:40 h.

A primeros del año 90, poco antes del congreso nacional del PP en Sevilla, en el que José María Aznar fue elegido presidente de un partido que estaba dando visibles pasos renovadores, no sólo en el nombre sino en las personas y en los planteamientos, se me hizo la oferta de incorporarme a ese proyecto, en primera instancia, como profesional de la comunicación, propuesta que luego se transformó, entiendo que de forma generosa, puesto que yo no había tenido ningún tipo de relación política con los populares, en la de encabezar la candidatura al Parlamento de Andalucía por la provincia de Córdoba. Las razones que se me dieron, además de mi, ya por entonces -qué le vamos a hacer- larga trayectoria como periodista, y mis supuestos conocimientos en organización de campañas electorales, practicados en el CDS de Adolfo Suárez, eran que el Partido Popular estaba empeñado en una rotunda apuesta por el centro político, y necesitaba personas que, por su trayectoria vital y profesional, pudiesen encarnar y fijar ese nuevo rumbo. Yo acepté, y me encontré con personas que, aquí en Andalucía, creían y apostaban por ese proyecto, como Javier Arenas, Manuel Pimentel, Amalia Gómez, Manuel Atencia, Juan Santaella y muchos otros que luego pudimos incorporar.

Cuento esto porque, a raíz de lo que está ocurriendo en el PP, puede dar la impresión de que se intenta imponer una burda y falsa dicotomía conceptual. O centrismo, o principios, como si uno y otro no pudiesen caminar juntos. Es decir, los centristas no tienen principios sino que, en todo caso se mueven por circunstanciales intereses y, como no tienen convicciones, sus principios se reducen, como en los camaleones a la adaptación al color del medio ambiente. Así que tragan con lo que haya que tragar y ceden lo que tienen que ceder porque, en el fondo no creen en nada.

Sin embargo no es así, sino todo lo contrario. El centrismo necesita un anclaje de pensamiento y convicciones sólidas, porque tiene que aguantar los embates de un lado y de otro que, por aquello tantas veces repetido de que en España nadie gana unas elecciones sino cuenta con el centro, mandan mensajes de conveniencia hacia un electorado que está ahí, pero cuyas fronteras son más permeables que las de quiénes se enmarcan con nitidez en la clásica división derecha-izquierda.

Posiblemente el centrismo no tenga una clara definición ideológica, pero sí requiere una firme postura vital. La moderación, la defensa de las libertades, la igualdad de oportunidades, la claridad y la transparencia de los comportamientos públicos, las garantías individuales de cada ciudadano frente al estado, la libre competencia, la economía social de mercados, la solidaridad, y muchos más son puntos esenciales en la configuración del centrismo. Y la voluntad de entendimiento, la huída de dogmatismos excluyentes, no vienen dado de la falta de principios o convicciones sino, por el contrario, de la firmeza en lo esencial que permite una mejor comprensión de lo que no lo es. Esto permite el diálogo, nunca la rendición. Por eso, hoy más que nunca hay que reivindicar que el centrismo también tiene principios.

Periodista juan.ojeda@hotmail.es

  • 1