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El día que Sevilla subió a los cielos

Hace hoy cien años el belga Jan Olieslagers realizó el primer vuelo en Tablada.

el 27 mar 2010 / 21:25 h.

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El escenario de esta historia de altura y de épica, la Dehesa de Tablada, fue hasta 1247 un trozo de tierra anónima, pero ese año y el siguiente el Rey San Fernando escogió ese lugar, rodeado por un gran meandro del Guadalquivir, para instalar allí su campamento de casi 40.000 almas en el sitio a Sevilla.

Cientos de años más tarde, la dehesa se convertiría en el escenario de otra hazaña: un 28 de marzo de 1910 un joven belga de 27 años llamado Jan Olieslagers realizó el primer vuelo tripulado de un avión en Tablada a bordo de su Blériot XI. Hoy se cumple el primer aniversario de aquel día.

Olieslagers realizó dos vuelos esa jornada. Con el primero, de apenas tres minutos, consiguió despegarse 20 metros del suelo, atravesar el Guadalquivir y virar en redondo para volver al punto de partida. Con el segundo, de 18 minutos -según informó la crónica de El Correo de Andalucía sobre aquel día- logró ascender hasta 80 metros.

Olieslagers -apodado El demonio belga- había llegado a la ciudad dos días antes en el expreso de la mañana junto con Alfonso Gildemeisler, Jules Tyck, Louis Kuhling y René Barrier, profesor de la Escuela Blériot de Mourmelon.

Habían viajado a Sevilla para participar en la Semana de la Aviación y, según la crónica publicada en El Correo el 27 de marzo de 1910, esperaban que este evento superara "en gran expectación" lo que de él esperaban los sevillanos. Y así fue. La Sociedad organizadora del evento, de hecho, había puesto entradas especiales a la venta al nada módico precio de cien pesetas.

Olieslagers y el resto de aviadores traían consigo monoplanos Blériot XI, el mismo modelo utilizado por el diseñador Blériot para el primer cruce aéreo del Canal de la Mancha el 25 de julio de 1909.

El avión de El demonio belga, campeón motociclista antes que aviador, pesaba hasta 350 kilos, tenía un motor Anzani de 25 caballos, medía casi ocho metros, gozaba de una autonomía de vuelo de tres horas y podía alcanzar más de cien kilómetros por hora.

El día establecido para el inicio de las exhibiciones de la Semana de la Aviación era el 1 de abril, pero Olieslagers rompió la baraja en los dos vuelos que realizó cuatro días antes, con espectadores improvisados y de excepción puesto que nadie estaba avisado.

A las dos horas de abrir las cajas que guardaban los aeroplanos desarmados, ya estaban montados los aparatos y listos para funcionar -reza la crónica de El Correo del 28 de marzo-. A las seis de la tarde subió a uno de ellos el aviador Jean Olieslagers, dio marcha al motor y se elevó...

Entre los pocos afortunados espectadores se contaron los socios del Tiro de Pichón que aquella hora se hallaban en el chalet e hicieron una entusiasta ovación al arrojado Olieslagers, estrechándole la mano y felicitándolo cariñosamente.

La Semana de la Aviación iba a ser el primer acontecimiento aerodeportivo de la historia de España, con cuatro aviadores y cuatro aviones -todos iguales- compitiendo durante siete días de concurso, en los que la Dehesa de Tablada estuvo en todo momento concurridísima de público, a pesar del fuerte viento que detallan las crónicas sobre aquellos días, tras la expectación levantada por el primer vuelo de Olieslagers.

Pero para entonces, el aviador belga ya había pasado por méritos propios a la historia íntima de Sevilla.

El demonio belga había nacido en Amberes en 1883, y cuando llegó a la ciudad en marzo de 1910 ya ostentaba siete marcas mundiales de aviación. Después lucharía en la Primera Guerra Mundial en el ejército aéreo de su país pero ya había dejado en Sevilla una impronta de sueño y de ilusión, una puerta abierta a un futuro de progreso.

Como quedó escrito en El Correo de aquel 28 de marzo: Realmente, es tan asombroso este adelanto de la ciencia que aun después de visto parece cosa de un sueño.

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