Local

El final de la edad dorada

Ahora que el lenguaje ha empezado a dejar de ser un problema para hablar de economía, es muy importante no enredarse en viejos hábitos. Este es un momento en el que los gobiernos deben aceptar la colaboración de la oposición.

el 15 sep 2009 / 06:54 h.

Ahora que el lenguaje ha empezado a dejar de ser un problema para hablar de economía, es muy importante no enredarse en viejos hábitos. Este es un momento en el que los gobiernos deben aceptar la colaboración de la oposición. Con Estados Unidos en recesión. El Reino Unido con dificultades de tal calibre que incluso ha tenido que nacionalizar un banco en crisis. Alemania y Francia con problemas similares, con manifestaciones públicas de ciudadanos airados y angustiados por la subida del precio del petróleo. Pérdidas multimillonarias de empresas gigantescas. La Unión Europea en una espiral inflacionista. George Soros acaba de publicar un libro en el que ya habla de cambio de paradigma económico. Asistimos a dificultades que no son una simple estadística sobre ajustes en los costes empresariales o en el precio de bienes como la vivienda o la gasolina. Detrás de cada cifra de destrucción de empleo, de crecimiento de la morosidad o del coste de la vida en productos esenciales, de migraciones masivas, de estrangulamiento del crédito, residen situaciones personales realmente duras.

Una situación que invita a rebuscar en el pasado para encontrar pistas.

Carlos Solchaga, en un libro que publicó en 1997, El final de la edad dorada, describía su impotencia en transmitir su percepción de la situación de España. Las dificultades que el "impresionante desafío de los años 80 y 90 supusieron para los gobiernos de todo el mundo y también para el español". Escribió sobre la volatilidad de los mercados financieros y sus efectos. De retos y dificultades que exigían "acelerar el acúmulo de información racional por parte de los mercados de la realidad económica y de las variables políticas que la condicionan", "recuperar la credibilidad de los poderes públicos y de sus opiniones en la configuración de los sentimientos de los mercados", "aceptar que el margen de maniobra es estrecho y que nos veremos obligados a elegir priorizando unas cosas y pretiriendo otras", "transferir el problema de la desigualdad social desde la macroeconomía a la microeconomía".

Aunque es evidente que este país tiene el valor y los recursos para superar esta coyuntura, son tiempos que requieren actitudes extraordinarias. Como mirarnos al espejo y reconocer nuestros errores. Asumir la responsabilidad individual de todos los ciudadanos por la presión ambiental en esa apuesta sin fisura de los partidos políticos y agentes sociales, los medios de comunicación y administraciones públicas, por un modelo económico de país que ahora amenaza con escurrirse como arena entre los dedos. Hablemos también de la crisis moral que puede derivarse de vivir por encima de las posibilidades, con una acumulación indigesta, en una nube de ilusiones imposibles. De la complejidad de gobernar un país que empieza a sentirse insatisfecho de sí mismo.

Es el final de una edad dorada. Un momento de cambio para imaginar, con responsabilidad, coraje y solidaridad, tiempos mejores para un país al que hoy le cuesta reconocerse.

Abogado

opinion@correoandalucia.es

  • 1