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El genio que sobrevivió al aguardiente y el azafrán

el 03 oct 2010 / 10:12 h.

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Decir que Paco de Lucía es el número uno de la guitarra, es no hacerle justicia alguna: lo es del flamenco en sus múltiples facetas. Con motivo de un viaje a Nueva York hice un experimento en una cafetería de la Novena Avenida, que consistió en preguntar a veinte personas que si conocían a algún artista flamenco, de todos los tiempos, y seis dieron el nombre del gran músico algecireño; sólo uno dio el de Camarón y el resto ni siquiera sabía qué era el flamenco o dónde estaba Andalucía. Bueno, una señora muy señoreada me juró por la salud de su caniche que su tatarabuelo le había tocado la guitarra a José María El Tempranillo, el célebre bandolero cordobés de Jauja. Me acompañaba el bailaor Mario Maya, que se llevó las manos a la cabeza. Su trabajo le ha costado al genio de Algeciras llegar a donde ha llegado. Su padre, Antonio Sánchez Pecino, Cararrucha, autor de letras y productor discográfico, le hizo saber muy pronto que para superar a Montoya, Ricardo y Sabicas, el trío sobre el que se sostiene la estructura de la guitarra flamenca, era imprescindible ser un esclavo. Él había tocado en juergas de señoritos y acabó con la guitarra hecha añicos, por lo que puso una verdulería y luego una taberna, La alegría del batallón. Conocía las miserias del género de la época y no quería que su hijo se quedara en uno más, de ahí que lo obligara a tocar la bajañí encerrado en un cuarto durante muchas horas al día. Sabía que era un genio, pero también estaba convencido de que sólo el trabajo y la disciplina le harían el más grande. Era un hombre duro, "un guardián", aseguró Ramón de Algeciras, el hermano de Paco. Su madre, en cambio, Lucía Gómez la Portuguesa -era natural del país vecino-, admiradora de Manolo Escobar, era cariñosa, excelente criadora de hijos, experta cocinera y muy inteligente. Paco la adoró siempre, de ahí que decidiera llevar su nombre como remoquete artístico. Curiosamente, Lucía estuvo a punto de abortarlo, porque iban a ser cinco bocas en una casa con apreturas. Fabricó un mejunje con aguardiente, azafrán y clavo, se lo bebió y estuvo a punto de explotar. Gracias a Dios, el genio de la guitarra ya había decidido nacer y no hubo manera de impedírselo. Según le contó su hermana María al periodista Juan José Téllez, el padre se lo recriminó, en broma, alguna vez a Lucía: "Estuviste a punto de cargarte al mejor de todos". Enamorado de la escuela del sevillano Niño Ricardo por la influencia de su padre y su hermano Ramón -los dos han fallecido-, el genio revolucionó la guitarra antes de hacerse concertista, cuando grabó acompañando a Camarón. Aunque muchos crean todavía que el cantaor de San Fernando fue su descubridor, cuando el destino los juntó Paco ya había grabado con su hermano Pepe -era Los Chiquitos de Algeciras-, se había doctorado en Jerez y había recorrido el mundo con El Greco. Pero su revolución particular la comenzó con un disco LP, Fuente y caudal, en 1973. Ya había avisado en 1967 de por dónde quería caminar, con La fabulosa guitarra de Paco de Lucía, su primer disco en solitario, en el que fundió a Ricardo, Mario Escudero y Sabicas, siempre con su impronta personal y con acordes ajenos a la guitarra convencional, que abrieron caminos nuevos para el flamenco. Pero en Fuente y caudal entró al final una rumba con bongo y bajo, sencilla, Entre dos aguas, por ver qué pasaba -a él no le hacía mucha gracia-, y saltó la liebre: la rumba fue un bombazo comercial que abrió una etapa nueva no sólo para él sino para la guitarra flamenca y su definitiva proyección internacional. Se vendieron varias decenas de miles de copias en sólo una semana.Trabajador incansable -este año va a dar cerca de treinta conciertos por todo el mundo-, sólo acepta homenajes que lleven implícito un reconocimiento para el mundo del flamenco, como el Príncipe de Asturias y los de la Universidad de Cádiz y el Berklee Collage of Music de Boston, que lo nombraron Doctor Honoris Causa. No es amigo de cursos, charlas o entrevistas. Es un raro de lo jondo: el genio que sobrevivió al aguardiente y el azafrán.

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