-->--> -->Una mirada poética sobre el misterio de la muerte. Es el punto de partida de esta obra, un trabajo de investigación teatral en el que, por encima de todo, destaca la veteranía y el dominio escénico de sus creadores.
La puesta en escena delimita un espacio simbólico sirviéndose de toda una gama de recursos que el teatro, a lo largo de su historia, ha ido revistiendo de significado. De esa manera consigue que elementos formales como la escenografía, conformada con una serie de objetos entre los que destacan un montón de huesos, el vestuario y la iluminación, rica en matices, se integren en la obra como una parte más de la dramaturgia.
Nicolaj se sirve de todo ello para, junto con el trabajo actoral, elaborar una poética de la imagen preñando la obra de estampas sugerentes que transmiten inquietud. Sin embargo, la historia se acaba perdiendo en un discurso deshilachado que, en su empeño por situarse en el terreno de la tragicomedia y salpicar las escenas con el humor de lo absurdo, acaba perdiendo el hilo de la reflexión.
Por fortuna, los intérpretes perfilan con maestría sus personajes pasando continuamente del histrionismo a la contención. Cabe destacar el trabajo de Marga Morales, quien ofrece toda una lección en cuanto al manejo de la voz.
