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El hotel de las termas romanas

Se llamará Eme Fusión Hotel por aquello del diseño, pero es el hotel de las termas romanas porque bajo su subsuelo han quedado integradas y visibles los restos de estos baños. Y sobre ellas, en vez de destruir, se ha rehabilitado con mimo. En una semana abrirá sus puertas. (Foto: Javier Díaz).

el 15 sep 2009 / 00:34 h.

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Se llamará Eme Fusión Hotel por aquello del diseño, pero es el hotel de las termas romanas porque bajo su subsuelo han quedado integradas y visibles los restos de estos baños. Y sobre ellas, en vez de destruir, se ha rehabilitado con mimo. En una semana abrirá sus puertas.

De la unión de catorce casas sevillanas que conforman el 90% de la codiciada (por las vistas) manzana urbana que linda entre Placentines, Alemanes y Argote de Molina, a los pies de la Catedral, ha brotado un nuevo hotel de cinco estrellas que rehúye de la denominación de con encanto para abrazar la más in de hotel fusión. Promovido por el Grupo Maireles, abrirá sus puertas en poco más de una semana, a principios de marzo, y será eso: un lugar donde se fusionan las arquitecturas de entre el XVII y XVIII con los restos arqueológicos romanos de unas termas, todo ello regado con un diseño de autor acompasado al contexto y, cómo no, con un equipamiento a la altura de nuestro momento.

En maridar todos esos ingredientes sin renunciar a ninguno basa su seña de distinción este Eme Fusión Hotel, que abrirá sus puertas tras cuatro años de obras y una inversión cuyas cifras siguen abiertas.

Lujo sevillano. La manzana, adquirida a un conocido multipropietario ya fallecido, ha permitido a los promotores sacarle al edificio resultante 54 habitaciones y seis apartamentos de alto nivel (uno de ellos con jacuzzi en la azotea mirando a la Giralda, ahí es nada). En su zona baja dispondrá de cuatro restaurantes, en uno de los cuales se podrá ser testigo directo de uno de los yacimientos arqueológicos más relevantes aparecidos en Sevilla capital en los últimos años: los restos de unos baños romanos excavados por el equipo de Mariló Martínez y Florentino Pozo.

El hallazgo, aunque pequeño en escala (unos 25 metros cuadrados) fue de tal calibre que la Consejería de Cultura obligó a conservar sus estructuras más significativas y fáciles de entender a golpe de vista; el resto más farragoso y a cotas inferiores yace bajo una losa de hormigón.

La integración de la parte más valiosa de las termas se ha resuelto mediante el acristalamiento del suelo de una de las salas de restauración del hotel, de modo que los comensales y los visitantes (está en el ánimo de la dirección del hotel promover su divulgación) puedan contemplar los restos del caldarium (caldera) y los minipilares que sustentaban la piscina de agua caliente del complejo. Las paredes interiores se han pintado de negro para mayor realce y ha sido iluminado artísticamente.

Asimismo, cuenta con un sistema de ventilación forzada para evitar la concentración de humedad. "La visualización desde arriba es óptima; no hay por qué bajar a la cámara, que es mejor que esté estanca para mantener mejor sus condiciones", valora el arqueólogo Florentino Pozo, quien razona la importancia de estas termas primero en que son romanas, y en Sevilla hay muy poco restos romanos (la Encarnación ha sido el gran hito); y segundo porque, aunque el pedazo puesto en valor es pequeño, deja abierta la posibilidad de que "guarden relación con los restos de termas aparecidos a sólo 50 metros, en el Palacio Arzobispal".

"Si formaran parte de las del Arzobispado, tendríamos un macrocomplejo termal público. Pero con lo que tenemos, habrá que esperar a excavaciones futuras en la zona para obtener respuestas", explica Pozo. Los baños datan de entre el I y II d.C. y estuvieron en uso hasta época visigoda.

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