Cultura

El toreo bonito y diferente de Morante en una tarde para borrarse

El buen ambiente que dejó la corrida de la víspera ha vuelto a ser presagio de la decepción. La de hoy, otro desastre de toros, tuvo sólo un fogonazo de interés gracias al toreo precioso y diferente de "Morante". (Foto: EFE)

el 15 sep 2009 / 02:51 h.

Aún quedan dos platos de ese pretendido jamón de Juan Pedro Domecq repartido entre los viejos hierros de Fernando Parladé y el del duque de Veragua. Si sobre el papel la apuesta parecía osada, la

realidad ha terminado de poner las cosas aún más difíciles a esa controvertida decisión de lidiar tres corridas de lamisma familia ganadera -aunque sea abierta en dos divisas distintas- en el ciclo abrileño.

Y es que aparejar tres encierros, cabeza de camada, para una plaza de primera es un empeño difícil que ayer salió mal. Si a la corrida de Parladé nunca le alentó la más mínima raza brava, su presentación tampoco estuvo a la altura de las circunstancias. Pese a los kilos de la tablilla, ni uno de sólo de los toros reunió el trapío mínimo para ser lidiado en la plaza de la Maestranza.

Sosos, descastados,mansurrones y progresivamente parados, los toros portugueses de la familia Domecq Morenés pusieron en entredicho los razonamientos de la empresa. Afortunadamente, como un

bálsamo enmedio del despropósito, Morante reveló su arte arrebatado en una faena progresivamente

apasionada, instrumentada a golpes de corazón, que nos redimió del petardo. Sucedió en el segundo de la tarde, a la postre el más potable, que había mostrado sus bondades en los primeros tercios.

Morante, con la coleta natural sin trenzar y algo más fondoncete que en campañas anteriores, volvió a transfigurarse desde el mismo inicio del trasteo, en esos poderosos muletazos que sacaron al toro a los medios antes de que surgiera una primera serie acariciada, suave, que se rompió en una trinchera flamenca que fue como un relámpago. Sin solución de continuidad, arrastrando el engaño por el suelo, una nueva serie sobre el pitón derecho volvió del revés a los tendidos y arrancó la música.

Empezaba el cante rasgado de Morante, que abrochó una nueva serie con un kikirikí pintado en sepia después de resolver los muletazos en un palmo de terreno. Un pase del celeste imperio, de reminiscencias gallistas, y el genio de la Puebla se echó la muleta a la mano izquierda. Pero el toro por ahí no quería coles.

Paró la música prematuramente -como casi siempre- pero no cesó la breve tormenta de toreo de Morante, que aún tuvo tiempo de amarrar la faena, con el toro ya rajado, en una tanda en la que citó muy en corto, siempre arrebujado con su enemigo hasta provocarlo y pasarlo a media altura en unos muletazos llenos de sabor que remató con un molinete en la cara de aire belmontista. Hubo estatuarios finales, clamor de verdad, pero Morante se hartó de pinchar y pinchar y hasta sonaron tres avisos

mientras se diluía el brillo de su notable trasteo. Con el quinto, una vaca lechera que no tenía un pase, lo mejor que hizo fue abreviar.

A Finito se le nota más la ingeniería que la arquitectura de su toreo y a pesar de todo no estuvo mal el Cordobés aunque su milimétrica técnica le sirva para no arriesgar ni un alamar y su colocación reste emoción a los muletazos pese a la aristocracia de su porte. Y así, muy por encima del sobrero que despachó en primer lugar no llegó a comprometerse del todo y le costó echarlo abajo.

Quiso mucho más con el cuarto, un animal soso y progresivamente parado pero de fondo bondadoso al

que recetó un estimable ramillete de verónicas antes de una faena de exquisito trazo, de impecable

técnica y de excelentes y limpios muletazos que no podía llegar al público por el escaso motor del animal y el poco compromiso de su matador.

Mucho más complicado lo tuvo Salvador Cortés que sorteó, con mucho, el lote con menos posibilidades. El tercero, sin ningún peligro y defendiéndose al final de los pases, tampoco quiso coger nunca la muleta de verdad. El sexto llegó al último tercio con una violencia descompuesta, de puro manso, que impedía cualquier atisbo de toreo.

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