Cofradías

El trienio ominoso

La meteorología se ceba por tercer año consecutivo con una jornada que despertó ya sentenciada a tenor de los pronósticos.

el 26 mar 2013 / 23:20 h.

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Ni década ominosa ni trienio liberal. La historia contemporánea de la Semana Santa de Sevilla acaba de inventar su propio trienio ominoso. El que ha vivido el Martes Santo entre 2011 y 2013. Tres Martes Santos funestos. Tres Martos Santos sin que una sola cofradía se haya podido plantar en la calle con normalidad. San Esteban se quedó sin estación de penitencia. San Esteban se quedó sin estación de penitencia. / J.M.Paisano (ATESE) Nunca antes una jornada procesional había sufrido tan severo castigo a causa de la meteolorgía. Ayer, otro año más, los pésimos presagios meteorológicos arrancaron de cuajo la página del Martes Santo de los programas de mano. Posiblemente no existan antecedentes en los anales de la Semana Santa sevillana de un día que haya enlazado tan prolongada y aciaga racha. Ocho cofradías. Tres años consecutivos. 24 estaciones de penitencia suspendidas. Y una generación de niños marcada por el síndrome de creer que salir de nazareno es salir de su casa, estar un rato en la iglesia y volverse. El día ya amaneció sentenciado en los pronósticos. Desde las doce de la mañana y hasta las nueve de la noche, los partes advertían de un riesgo del 60% de lluvias débiles ocasionales. A partir de esa hora y hasta las dos de la madrugada, la situación empeoraba, incrementándose hasta el 80% la probabilidad de chubascos. Con estos datos en la mano, sólo cabía esperar que, una tras otra, las ocho cofradías de la jornada fueran confirmando, cual fichas de dominó, la suspensión de sus estaciones de penitencia. Ni siquiera había lugar a moratorias. Todas las decisiones se adoptaron por la vía rápida. La primera hermandad en revivir este desagradable trance, no por repetido menos doloroso, fue la más temprana en salir. Minutos antes de las doce del mediodía, el hermano mayor del Cerro, Pepe Anca, comunicaba a sus hermanos la peor de las noticias. Por tercer año consecutivo, el barrio más pueblo de Sevilla quedaba huérfano de la presencia en las calles de su Patrona, la Virgen de los Dolores. “No podía tirarme a la calle con 350 niños menores a jugarme la posibilidad de que no lloviera”. Este año la hermandad contaba además con un nuevo ofrecimiento para cobijarse en su largo recorrido, los arcos de Capitanía General, pero ni siquiera hubo lugar a plantearse tal escenario. Para una cofradía cuyo cortejo ocupa en la calle una longitud de kilómetro y medio sería imposible encontrar abrigo más que en la Sevilla intramuros. Más que dolor, en el Cerro reinaba ayer un ambiente de resignación. Muchos de los niños que ayer acudieron a la parroquia de los Dolores vestidos de nazarenos o con hábito de monaguillo no conocen todavía a su cofradía en la calle. Y a muchos de ellos, como a Marta, la sobrina del hermano mayor, se les habrá quedado pequeña la ropa el año que viene sin siquiera haberla estrenado en las calles. Fallida la vigésimo quinta estación del Cerro a la Catedral, se abría entonces un compás de espera hasta las cofradías que tenían fijada su salida más allá de las tres. Las televisiones locales reponían a esas horas la transmisión del Martes Santo de 2010, último con cofradías en la calle. Y nunca imágenes tan gozosas causaban ayer tanta tristeza. Después del mediodía, la decepción se trasladaba hasta la Puerta de Carmona. Al filo de las 15.10 horas, el nuevo hermano mayor de San Esteban, Antonio Burgos, oficializaba “con mucha tristeza en el corazón” a sus hermanos la decisión de la junta de suspender la estación de penitencia. “Éste es el día más bonito de la hermandad, el día que su cofradía sale a la calle, pero pensad también que llegarán otros Martes Santos”. Con los dos pasos de la cofradía situados en el presbiterio del templo, en el interior de la iglesia de San Esteban sonaron los compases de Amarguras para aliviar el dolor de los hermanos. “Consolad sobre todo a los pequeños, que no entienden estas palabras”, rogaba el hermano mayor. En apenas 40 días, el paso llamado a representar la sexta estación del Viacrucis del Año de la Fe, se quedaba otra vez sin mover sus zancos a causa de la lluvia. Los Estudiantes trasladaron sus pasos a la capilla de la Universidad. Los Estudiantes trasladaron sus pasos a la capilla de la Universidad. / J.M.Paisano (ATESE) El día continuó desbaratándose por el Paraninfo de la Universidad. Poco antes de las cuatro y cuatro de la tarde, la junta de gobierno acordaba la suspensión de su estación de penitencia. Después del rezo de un viacrucis en el interior del vestíbulo del Rectorado, la cofradía procedía, en torno a las 17.50 horas, al traslado presuroso de sus dos pasos hasta la capilla de la Universidad, un trance, a través de la lonja universitaria, que apenas duró diez minutos y que se vio salpicado de un leve chispeo. No hizo falta esperar mucho para que en la calle Feria, a las puertas de la parroquia de Onmiun Sanctorum, el Martes Santo perdiera otro de sus argumentos. Con lágrimas en los ojos, la hermana mayor de Los Javieres, Maruja Vilches, confirmaba a sus hermanos los peores augurios. Dentro del templo quedaron los dos pasos de la cofradía. Ambos lucían llamativos crespones de luto en recuerdo por el fallecimiento del que fuera hermano mayor de la corporación, Jesús Gutiérrez. El pregonero de la Semana Santa, Francisco Javier Segura Márquez, se quedó sin solicitar la venia de su hermandad en el palquillo de la Campana. Y José María y José Antonio, los dos niños del Polígono Sur integrados en la banda de cornetas y tambores del proyecto Fraternitas, que ayer iban a estrenarse como nazarenos en las filas de Los Javieres, se quedaron si debutar. La siguiente ficha del dominó de la decepción caía en la Calzada. Sevilla se quedaba sin disfrutar un año más de los tres primorosos pasos de San Benito. La Virgen de la Encarnación prescindió este año del fajín de capitan general y lo cambió por una precioso fajín de hebrea. El paso de palio lucía dos crespones de luto en sus varales delanteros en recuerdo por el que fuera hermano mayor, Luis Arjona, fallecido hace unos meses. Luciendo potencias de plata sobredorada, el Crucificado de la Sangre, por su parte, se alzaba sobre un monte de claveles sangre de toro salpicado por vez primera con cardos. Poco después de las cuatro y media de la tarde, las posibilidades de saciar el hambre de cofradías en este Martes Santo quedaban reducidas a tres únicos escenarios: la parroquia de San Nicolás, la calle Mateos Gago y la plaza de San Lorenzo. A esa hora todavía no había llovido con fuerza sobre la capital o lo había hecho de forma eseporádica y muy localizada. Una información del Cecop anunciando que la Candelaria había solicitado una prórroga de una hora, luego desmentida por la propia hermandad, abría una pequeña rendija a la esperanza. Pero fue en vano. Poco antes de las seis y media de la tarde, el hermano mayor José María Cuadro, repetía el ceremonial de la desolación y las lágrimas desde el presbiterio del templo. Fue una auténtica pena que los dos pasos de la corporación de San Nicolás se quedaran sin pisar las calles. La hermandad había apostado este año por un nuevo florista, el onubense Antonio Ribera, que acicaló las andas del Nazareno de la Salud con un monte entero de lirios y rosas malva a modo de friso, mientras que el palio se adornó con una elegantísima conjunción de rosas, allium, narcisos, minivalas, delpinium y flor de cera. Cambio de aires en los pasos de San Nicolás, donde el director espiritual de la corporación quiso rezar especialmente con los niños para aliviar la tristeza de los más pequeños. Junto a Pepe Anca, el del Cerro, o Maruja Vilches, la de Los Javieres, otro de los hermanos mayores de esta jornada que por tercer año consecutivo aún no ha estrenado galones en las calles con su cofradía es Miguel Genebat, el de Santa Cruz. La corporación decana del Martes Santo tendrá que esperar un año más para materializar en las calles su nuevo itinerario de ida a la Campana por la plaza del Salvador. La última esperanza se depositaba en San Lorenzo, donde la Virgen del Dulce Nombre aguardaba en su paso, instalado en el presbiterio de la parroquia, vistiendo la saya rosa que le regalara Ángel Casal. Pero los partes no invitaban a heroicidades. A las ocho de la tarde, el Martes Santo de 2013 perdía su último argumento. Tres años seguidos para olvidar. Es hora de soñar con un 15 de abril de 2014 más luminoso y soleado que nunca.

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