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Esperanza y confianza: responsabilidad

La profundidad de la crisis del sistema económico que domina el planeta está obligando a intervenciones estatales impensables en la naturaleza radical y salvaje del mercado.

el 15 sep 2009 / 23:23 h.

La profundidad de la crisis del sistema económico que domina el planeta está obligando a intervenciones estatales impensables en la naturaleza radical y salvaje del mercado. Cada uno tapona las vías de agua de su respectivo compartimiento, pero los que son vitales deberán coincidir en el éxito para que la nave siga a flote. ¿Y qué más?.

El análisis de las culpas, tras el diagnóstico y el tratamiento macroeconómico, habrá de tener consecuencias. La mutación del sistema financiero y un nuevo diseño de las reglas de juego, deberá integrar principios éticos que permitan la erradicación de las conductas nocivas al interés general. Sería intolerable que, a la vuelta de unos años, volviésemos a las andadas.

Es estúpido pensar que sólo en el marco macroeconómico se dilucida la salida de la situación. Tal cosa sólo será posible en la medida que cada individuo se reconozca responsable de la crisis. El impulso se ha de producir mediante un rearme moral de naturaleza general. Pensar y actuar como ciudadanos solidarios y no como meros consumidores, devenidos en el proceso de insensata opulencia en el que nos habíamos instalado, confundiendo nuestra dependencia como bienestar, en una loca generalización del síndrome de drogodependencia de los bienes raíces y de consumo.

Una responsabilidad que nos alcanza en el ejercicio de nuestras tareas laborales y privadas, sin duda mayor en quienes son depositarios de la función pública. La economía social de mercado no sanará si no se produce un profundo cambio en las ideas políticas y los modelos de gestión, generales y sectoriales. Tratamiento que debe ser de choque, dada la gravedad de la situación.

La austeridad consiste en adaptar los objetivos a la verdadera escala de las necesidades. No quiere ello decir que no debamos trazar y ejecutar objetivos ambiciosos; la cuestión es que esa ambición se compadezca con la justa demanda social, incluso si ésta no puede ser expresada aún colectivamente. Esa es la misión del liderazgo, político y social, cultural y económico.

Andalucía debe hacer suya la esperanza y la confianza mediante ejercicios de responsabilidad que trasciendan la mera acusación por lo sucedido. Su análisis correcto, por todos y cada uno de nosotros, debe reflejarse en decisiones valientes. El límite de lo legal ha de ser desentrañado por los jueces; pero el horizonte necesario para mutar lo que somos y tenemos nos alcanza a todos. La acción efectiva que debemos encarar es una nueva frontera política que la ciudadanía se ha de exigir a sí misma en el trabajo, en las instituciones e, imprescindiblemente, en todo el sistema democrático. Capacidad y mérito, esfuerzo y eficiencia, son virtudes cívicas que deben adornar en primer lugar a quienes gobiernan y legislan, pero de las que nadie puede quedar exonerado.

Hemos de convivir en un nuevo espacio público democrático, con atributos alternativos que sean protagonizados por los jóvenes y las mujeres no contaminados por los gérmenes patógenos de la pandemia en la que nos hemos sumido.

Catedrático de Arquitectura de la Hispalense vpe@us.es

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