La detención del responsable de una autodenominada ONG de Almería, acusado de vender a inmigrantes permisos de residencia, da otra vuelta de tuerca a la impune situación de chantaje y desprotección que sufren miles de personas que sólo buscan mejorar su vida en Andalucía. Exigir más de un millón de las antiguas pesetas a un inmigrante por un permiso fraudulento y bajo el amparo de una falsa organización humanitaria debería ser un gran delito especialmente penado, porque tiene como víctimas a personas más indefensas que ninguna. Además, contribuye a estigmatizar injustamente el impagable trabajo que realizan miles de generosos voluntarios en cientos de ONG legales. El presunto daño que producen comportamientos como los del detenido -pendiente de lo que diga la justicia, claro- y sus cómplices también afecta a la sociedad en general, ya que provoca lógica desconfianza en los ciudadanos a la hora de ayudar a las organizaciones benéficas. Amanecer, curioso nombre de la falsa ONG, no estaba amparada por ningún registro oficial. Y los presuntos profesionales que tramitaban los permisos también estaban al margen de sus colegios oficiales. La alarma social se acentúa aún más ante estas circunstancias. El ciudadano se pregunta con razón dónde están los inspectores que deben velar porque todo tipo de actividad comercial o profesional se mueva dentro de la legalidad. Y por qué sólo la acción policial es la única capaz de poner coto a comportamientos que avergüenzan como ser humano y como país que hace cuatro días se vio obligado a emigrar en busca de un trabajo del que carecía. Almería ha pasado en muy pocos años de ser una provincia española casi sin futuro a liderar el crecimiento económico de Andalucía. Semejante revolución se ha logrado en buena parte gracias al trabajo de la inmigración. Sería por tanto necesario que los mecanismos de control oficiales, tanto del gobierno regional como del nacional, estuvieran más atentos en zonas especialmente sensibles como ésta para evitar abusos como el destapado. Pero esta vez está claro que no ha sido así.
