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Fisher en Sevilla

La prensa mundial ha recogido, con detalle, la vida de este genio del ajedrez, tras su reciente y solitario fallecimiento a los 64 años de edad. Pero quizás sean pocos los que sepan de su estancia en Sevilla en las Navidades de 1970.

el 14 sep 2009 / 23:53 h.

La prensa mundial ha recogido, con detalle, la vida de este genio del ajedrez, tras su reciente y solitario fallecimiento a los 64 años de edad. Pero quizás sean pocos los que sepan de su estancia en Sevilla en las Navidades de 1970. Trasladémonos antes, ese mismo año 70, a Palma de Mallorca, donde se jugaba la final del torneo interzonal. Por primera vez, los grandes maestros rusos no pudieron impedir que Fischer ganase y abriera el camino a su anhelado campeonato mundial que logró el año 72. Allí, en Palma, se lo presentaron a uno de los integrantes de Vicente Plural, Alfonso Campoy, expertísimo jugador sevillano que luego sería presidente de la Federación Española, trabándose entre ambos, desde entonces, una gran amistad. Lo que sigue es testimonio suyo.

Le invité a conocer Sevilla y dar unas simultáneas. Contra todo pronóstico, aceptó y me puso un precio irrisorio en relación con las tarifas que yo conocía. Estuvo con nosotros una semana en el Hotel Luz Sevilla, ya desaparecido. El lleno del Círculo de Labradores durante la exhibición fue imponente. Ningún ajedrecista sevillano lo olvidará. Por cierto, aquí perdió la única partida jugada en España y fue contra el desaparecido Eugenio Gómez. ¿Anécdotas? En un Tablao Flamenco -él sólo bebía naranja- alguien lo reconoció y se lo dijo al Cuadro que inmediatamente anunció que estaba allí el campeón del mundo (todavía no lo era). No lo dejó terminar; se levantó saludando, con la seguridad que tenía de serlo pronto. Otro día me pidió que le enseñara planillas de partidas de jugadores españoles. Empecé a pasárselas y, al llegar a una de ellas, me dijo: ¡otra del mismo! Tras la segunda, me pidió una tercera y luego una cuarta. Eran todas del alcalareño Ernesto Palacios. Quiso conocerlo. Le telefoneé y Ernesto, por timidez, me pidió que le excusara... La Nochebuena estaba invitado a mi casa a cenar. No pudo venir. Comenzaba el viernes y él, como Adventista del Séptimo Día, tenía que permanecer descansando. La tarde de ese viernes estuve con él acompañándolo, mientras, tumbado, oía música".

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