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Integración y asimilación

Hasta hace apenas 15 años la inmigración era una variable económica marginal en España, con una población extranjera poco por encima del 1%, que, a partir de entonces, ha experimentado una intensidad desconocida que ha llevado este porcentaje a niveles superiores al 12%...

el 16 sep 2009 / 06:54 h.

Hasta hace apenas 15 años la inmigración era una variable económica marginal en España, con una población extranjera poco por encima del 1%, que, a partir de entonces, ha experimentado una intensidad desconocida que ha llevado este porcentaje a niveles superiores al 12%. Causa y efecto del asimismo abrupto despegue económico durante ese mismo periodo, en el último año las llegadas de inmigrantes prácticamente se han estancado y es muy previsible un cambio de tendencia.

De hecho, la incidencia de la inmigración sobre el crecimiento es incluso superior a la que podría deducirse de las cifras anteriores, ya que no da lugar a un aumento uniforme de la población y del stock de mano de obra en un país. Más bien, la inmigración por motivos económicos tiene un carácter diferencial frente la población española: no se reparten uniformemente por el territorio, no ocupan todos los escalones de la pirámide poblacional, no tienen los mismos niveles educativos y tampoco han venido en la misma proporción de hombres y mujeres. Sea lo que sea, el resultado conjunto de estos factores viene reflejándose tozudamente en la literatura económica: la inmigración genera beneficios netos positivos tanto para los países de destino (el aumento de la oferta aumenta la competitividad de la economía y la demanda de bienes y servicios, entre otras cosas) como para los de origen (remesas).

A partir de ahora, es de esperar una asimilación de las tasas de inmigración con las más reducidas de los países de nuestro entorno. Será entonces muy instructivo observar cómo la economía y la sociedad realizan el encaje en su seno de los inmigrantes llegados durante la época de auge. Y esto también puede valer como índice del acogimiento del mercado laboral para las nuevas cohortes de trabajadores. Un estudio publicado en el último Boletín del Banco de España (La asimilación salarial de los inmigrantes en España) ya nos avanza algunas nociones.

A partir de datos sobre la vida laboral de inmigrantes afiliados a la Seguridad Social, se observa cómo para un inmigrante que entró en España entre 1996 y 2000 sin experiencia laboral previa, el salario de entrada al mercado de trabajo es alrededor de un 35% inferior respecto al de un trabajador nacional con la misma edad y experiencia. Estas diferencias salariales se reducen a medida que los trabajadores inmigrantes acumulan experiencia: el diferencial salarial inicial se reduce de forma relativamente rápida en los primeros años (en 10 años llega a ser del 15%, es decir 2 puntos por año), para quedarse prácticamente atascado a más largo plazo. O al menos esto es lo que sabemos con la información disponible a día de hoy, donde no se hallan un número significativo de inmigrantes con carreras laborales largas.

Entre los factores que se encuentran detrás del crecimiento salarial diferencial de los inmigrantes están ciertamente su mayor movilidad geográfica y laboral (tienen una menor antigüedad en el empleo y una mayor ratio de temporalidad). Y, sin embargo, esto explica sólo un tercio de todo el conjunto de la asimilación salarial, por lo que los dos tercios restantes son asociables a ganancias de capital humano adquiridas dentro de la misma empresa.

Una última precaución: éste ha sido el patrón de integración efectiva de los inmigrantes, medido por una variable bastante significativa como es el salario, durante una época de gran crecimiento, concentrado además en sectores intensivos en mano de obra. Queda por ver su evolución y las de los nuevos contratados en el desenlace de la crisis.

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