Cofradías

Jornaleros de costal y el balón de cuero

Ambos acuden cada mañana de Martes Santo a la Iglesia de San Blas de Carmona para rezar ante las imágenes. Fernando Bailac se estreno bajo las trabajaderas en 2013, pero la lluvia interrumpió su estación de penitencia.

el 14 abr 2014 / 21:59 h.

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15668696 Caminar por el viejo barrio de San Blas es recorrer, piedra a piedra y palmo a palmo, la historia de Carmona. Sus calles relatan el esplendor de una ciudad milenaria que fue cuna de la cultura y las artes de Los Alcores durante el Barroco. La Semana Santa es, sin duda, una de las piezas más ricas de su patrimonio cultural. Una interpretación genuina de la manifestación sacra en una localidad enclavada a apenas 30 kilómetros de Sevilla. La fiesta se inaugura el Viernes de Dolores con la congregación Servita, corporación de rancio abolengo. Pero una de las jornadas más peculiares del septenario de fe es el Martes Santo, el día en el que procesiona la hermandad de San Blas. El Santísimo Cristo de la Expiración y María Santísima de los Dolores tiñen de color rojo las angostas y sinuosas cuestas del antiguo arrabal desde que el sol reina, imperial, en el mástil de la bandera del Alcázar. Y, fieles a la tradición, Ramón Benítez y Fernando Bailac se calzan las zapatillas de esparto, tensan su faja y se fijan el costal para repetir ritual, pasear con dulzura a la dolorosa de piel nacarada. Es miércoles de Cuaresma y en la iglesia son horas de preparativos. La Virgen de los Dolores, talla anónima del XVIII, luce ataviada de hebrea en la sacristía y el Cristo de la Expiración, obra de Antonio Eslava de finales de los 40, preside el altar mayor después de los cultos. Junto a una de las naves laterales del templo, Ramón Benítez y Fernando Bailac, costaleros del palio, apenas hablan. Son tímidos y miden sus palabras. Ambos comparten su pasión por la Semana Santa y el fútbol. El Martes Santo son jornaleros del costal y de septiembre a junio del balón de cuero. «No sabría decir si soy más cofrade que futbolero o al revés», acierta a explicar Ramón, uno de los más veteranos componentes de la plantilla de la AD Carmona, un histórico del balompié provincial que ahora purga sus pecados en la zona peligrosa del grupo II de Primera Provincial. Ramón Benítez Ríos (Carmona, 24-1-1991) apenas ha cumplido los 23 años y es uno de los símbolos del vestuario del conjunto del Pepe Olías. En la corporación que dirige Juan Antonio Vázquez, carmonero de corazón, también es un tipo familiar. Hoy cumplirá cinco años bajo las trabajaderas, aunque su vinculación con la cofradía nace en 2001, año en el que luce por primera vez el hábito de nazareno. Su madre, Ana María, y su hermana mayor, Ángela, pertenecen a la hermandad desde la niñez y en su día fueron sus principales apoyos para que se fijara el costal. «Mi madre me apoyó mucho», recuerda. La Semana Santa de Ramón es la ideal de cualquier capillita que se precie. Descansa de Sábado de Pasión a Lunes de Pascua y la mañana de su salida procesional acude a San Blas para rezar ante las imágenes. «Me gusta ver los pasos montados», dice con el rostro embargado de nostalgia. «Los últimos años han sido muy malos en lo meteorológico, así que la espera solía ser más tensa de lo habitual», relata. Amante de Carmona y sus tradiciones, Ramón Benítez es un tipo de rituales heredados. «Me gusta preparar todo lo necesario para la salida la misma mañana del Martes Santo», explica con una sonrisa y el tono de voz templado antes de recomendar al turista que acuda hoy a la vieja ciudad alcoreña a presenciar el discurrir de la hermandad por el entorno de San Blas. «Tanto en la entrada como en Barbacana Baja y Alta merece la pena verla», espeta bajo la atenta mirada de Fernando Bailac, compañero de trabajadera y de fatigas dominicales mientras defienden el escudo de la AD Carmona. «En Cuaresma ajustamos el tiempo. Hay días que doblamos entrenamientos y ensayos, pero nos gustan muchísimo el fútbol y la Semana Santa y lo compatibilizamos», confiesa Benítez. Su compañero, Fernando Bailac Aparicio (Carmona, 24-12-1994), sonríe mientras recuerda cómo fue su aterrizaje en la familia de la Expiración. «En mi casa nadie pertenecía a la cofradía, pero mis amigos me insistían mucho para que me apuntara y, al final, decidí salir de nazareno», rememora apenas una década después. A sus 20 años, este carmonero de pro que cursa estudios de un Grado Superior de INEF sueña con completar su estación de penitencia sin contratiempos meteorológicos. «El año pasado nos recogimos a toda prisa en Santa María –la imponente Prioral– y la verdad es que así no se disfruta apenas nada», apunta antes de confesar su ritual más íntimo y personal durante la procesión: «En cada chicotá me santiguo». Hoy anhela recorrer la ciudad eterna y milenaria junto a su Virgen de los Dolores, la Reina de San Blas.

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