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Juego de avestruces

Otro tipo ha vuelto a matar a una mujer. El último, al menos hasta el momento en que escribo, ha matado a su ex mujer golpeándola con un jarrón de cristal. El pueblo donde vivía ha suspendido sus fiestas. No merece menos el drama.

el 16 sep 2009 / 06:18 h.

Otro tipo ha vuelto a matar a una mujer. El último, al menos hasta el momento en que escribo, ha matado a su ex mujer golpeándola con un jarrón de cristal. El pueblo donde vivía ha suspendido sus fiestas. No merece menos el drama.

Nos vamos este año de vacaciones con la maleta cargada de vitamina C y pendientes del menor estornudo para salir corriendo al hospital más cercano. La gripe nos da miedo y nos preparamos contra la pandemia que viene, según alerta la OMS, que más que Organización Mundial de la Salud, parece la OMIM, o sea Organización Mundial de Inducción al Miedo. Y, ya de paso, para hacer rico al laboratorio que, sin duda, se va a forrar con tanto gobierno dispuesto a hacerse con todas las vacunas que haya en el mercado, el día que le toque comprar.

También nos vamos de vacaciones dispuestos a temer a todos los niños con cara de malos, aunque sean mansos como malvas, que se acerquen a los alrededores de donde juegan nuestras niñas, por temor a que esos desgraciados las violen de buenas a primeras, todo porque el gobierno no hace lo que tiene que hacer, que no es otra cosa que rebajar la edad penal del menor, para encerrar a todos los que se pasen medio gramo y allá películas con su futuro como seres humanos dignos de ser rehabilitados, educados y queridos por una sociedad tan miedosa que, la verdad, empieza a dar miedo. Miedo por su descuido, por ejemplo, de la buena educación y miedo, sobre todo, por su miedo. En fin, el miedo se vende barato en estos tiempos de prevenciones de casi todo lo posible, que nos hace cada vez más dependientes. Y cuando la prevención no funciona, porque nada es perfecto, no sabemos cómo reaccionar, aparte de señalar al gobierno, que, generalmente, es quien tiene la culpa de todo.

Y aquí vuelvo al principio. A esa, de momento, última mujer asesinada el pasado fin de semana. Tenemos una Ley Contra la Violencia de Género y un gobierno que toma decisiones para prevenirla y sin embargo, lejos de remitir, parece que cada vez son más jóvenes los que matan, los que siguen creyendo que las mujeres son de su propiedad y nada ni nadie puede torcer ese, según ellos, destino natural de las mujeres. El machismo es una violencia insoportable que a veces se consuma hasta llegar al asesinato y solo pensarlo produce tal desasosiego, que parece mentira que tan pocos se sientan obligados a tomar partido contra ella.

Esto que escribo no es una opinión, es una constatación, encuesta tras encuesta del CIS. Según esas fiables encuestas, solo a algo menos del 4% de la población (el 3,9%) le preocupa el problema de la violencia de género y, para llegar a calibrar la dimensión de la indiferencia, baste otro dato: solo el 1% de las denuncias de malos tratos son presentadas por las familias de las víctimas. Todo lo demás es silencio ante el problema, indiferencia.

Mientras las mujeres siguen muriendo a manos de los viejos y los jóvenes machistas. Al dolor se une la irritación cuando, una y otra vez, todos los que estaban cerca suelen decir eso de "era una pareja normal", que suena a disculpa universal, o lo más irritante aun de "de vez en cuando se oían gritos y ruidos pero ¿quién iba a pensar algo así?... Ese juego de avestruces sí que debería darnos miedo.

Periodista

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