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La boticaria de la abuela

La ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad es primero aparato y fidelidad al líder y después, doctora ‘manostijeras’

el 02 sep 2012 / 16:30 h.

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[Lea detenidamente las instrucciones de este medicamento. En caso de duda, consulte a su farmacéutico]

Qué tendrá el Ministerio de Sanidad de este mariano país que no se acierta con su ministro. No hay manera, no. O su inquilino trae mucha carga política y poca capacidad de gestión técnica y administrativa, o a la inversa, pero nunca una ideal y deseable combinación que evite los consejos culinarios con huesos del puchero de Celia Villalobos, la precipitada e injustificada alerta sanitaria del aceite de girasol con Bernat Soria y... con Leire Pajín... bueno, de Leire Pajín mejor ni hablar, olvídese. Faltaba y aquí llega Ana Mato Adrover, sempiterna tez morena y carrera hacia el lado derecho -la izquierda ni mentarla- para un pelo de rubio presupuesto, queriendo sentar cátedra médica y farmacéutica sin haber ejercido jamás ni medicina ni farmacia, sí la política, y ahí se queda. Palabras textuales: "Sacaremos del vademécum medicamentos de escaso valor terapéutico que se pueden sustituir con alguna cosa natural".

Alguna cosa natural. Qué precisión, qué dominio del diagnóstico clínico y de la posología. Botica de la abuela, chamán, hierbajos, remedios caseros, y a morder cardos borriqueros, que son tremendamente beneficiosos para la salud del pueblo -léase, de quienes en España, una inmensa mayoría, no pueden pagarse una sanidad privada-. De salidas poco airosas y merecedoras de un por qué no te callas del Rey, tiene otras dos, ambas destinadas a los niños andaluces, que, dijo compungida, son prácticamente analfabetos y, mírenlos ahí, pobrecillos, arrastrados por los suelos de las escuelas porque no tienen pupitres, qué vergüenza de socialistas. Al quite, Mario Jiménez, entonces portavoz del PSOE-A en la Cámara autonómica: "Es una pija que viaja en un Jaguar modelo Gürtel y desprecia a la gente normal".

Porque a la ministra, sí, le persigue su fama de pija, y también el lujoso cochazo que el cabecilla de la trama de corrupción Gürtel regalara a su entonces marido, hoy ex, Jesús Sepúlveda, aunque a ella, sostuvo, no le constaba nada, pero nada de nada, consiguiendo salir gallarda de los tejemanejes del exesposo imputado. Serían meros borrones en una trayectoria de dedicación y fidelidad al partido, en cuya cocina lleva más de media vida.

En efecto, licenciada en Sociología y Ciencias Políticas por la Universidad Complutense, Ana Mato (Madrid, 1959) se adentró en política en 1983, siendo su mentor Jorge Verstrynge, colaborando en el departamento de Información de Alianza Popular, justo un año después del histórico y arrollador triunfo de los socialistas de Felipe González. En las entrañas del partido de derechas, y entonces sí era muy de derechas, pronto se toparía con su verdadera hada madrina, José María Aznar, quien, tras acceder a la Presidencia de Castilla y León, la destacó entre su gente de confianza, siendo subdirectora de su gabinete asesor. Y a partir de ahí, coser y cantar.

1991, parlamentaria de la Comunidad de Madrid. 1993, diputada en el Congreso. 1996, se mete en la Ejecutiva nacional del PP, desde donde lleva las riendas del departamento de Medios de Comunicación y coordina la campaña a las elecciones generales de 1996, que ganó Aznar. Eterna ministrable, no fue ministra. 2003, coordinadora de Organización del partido. 2004, al Parlamento Europeo tras la derrota de los populares frente al nuevo PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero. 2008, un cuestionado Mariano Rajoy la rescata, y fue su fidelidad inquebrantable en momentos tan duros la clave de que hoy Ana Mato esté donde está, en la Vicesecretaría General de Organización y Electoral del PP -ella es en sí aparato, siendo una de sus tres mujeres omnipresentes, junto con Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal- y ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.

Y desde su discreción, aire remilgado, imagen de niña bien y vocación de madre entregada al trabajo, pero también con manu militari y manostijeras, esta ministra ha puesto y seguirá poniendo patas arriba el Sistema Nacional de Salud, instaurando el copago farmacéutico mil veces negado por el PP en vísperas electorales, limitando de golpe el listado de los medicamentos con financiación del Estado, restringiendo el acceso de los inmigrantes sin papeles a los servicios sanitarios públicos y, ya fuera de médicos, recortando los recursos a la dependencia. La próxima receta... privatizaciones. Al tiempo.

[Tras leer detenidamente las instrucciones de este medicamento afloran dolor de bolsillo y sensación de que, en la necesaria racionalización del gasto, pagan justos por pecadores]

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