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La columna que no escribí

Pensaba dedicar esta columna a una feliz iniciativa del vicepresidente Griñán: la de convocar en su consejería un concurso literario que ha cristalizado en un precioso volumen de Relatos Breves, pero ayer decidí que sería una traición...

el 15 sep 2009 / 04:58 h.

Pensaba dedicar esta columna a una feliz iniciativa del vicepresidente Griñán: la de convocar en su consejería un concurso literario que ha cristalizado en un precioso volumen de Relatos Breves, pero ayer decidí que sería una traición: eran demasiado graves las noticias de la cruzada que en Italia se ha emprendido contra los gitanos rumanos y todos aquellos que se les parezcan. La memoria, al tratar de los derechos de los otros, suele estar cegada por una niebla de cobardía o indolencia; incluso pueden ser ellas las que, cuando veamos sus terribles consecuencias y sepamos que, en el fondo, todo estaba enunciado desde el primer instante, nos impulsen a decir que al principio aquello no era lo que después fue.

No he escrito esa columna recordando la noche de los cristales rotos, el día de Soweto, la masacre de Amtrisar, el otoño de los cheyenes?, los pasajes de la Historia de la Infamia que atraviesa la otra: la de grandes nombres en letra negrita que oculta muchas veces, como la niebla, sus atrocidades instigadas. Al escribir sobre escritores -buenos escritores que escriben por placer- hubiera traicionado a otro: a Bertolt Brecht, al que leí lo de "primero vinieron por los negros, pero no me importó porque yo no era negro?". Y es que entonces aprendí que hay días en que es necesario escribir para defenderse porque todos nos parecemos -y podemos ser- esos gitanos.

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