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Economía

La EPA con rostro

Rocío, Germán y Alfredo. Tres historias que coinciden en la cola de un Servicio de Empleo

el 30 abr 2010 / 20:01 h.

Cualquier número de parados no representa más que vidas, vidas hoy truncadas, sin medios y con un futuro aún menos alentador. Por humanizar esas cifras arrojadas ayer por el INE pongamos rostro a algunas de esas realidades escondidas tras las estadísticas.

Rocío Gata tiene 23 años y acude a su oficina de Bollullos de la Mitación, en Sevilla a apuntarse por segunda vez en el mes al paro. Su estigma, el empleo temporal y los despidos inesperados "de un día para otro". Y es que tras ocupar por muy cortas temporadas puestos de teleoperadora, en su último trabajo -del mismo calibre- fue despedida a los siete días por no cumplir las ventas de libros que se requerían, y como ella dice, "nadie esta dispuesto ahora a meterse en esas trampas". El futuro inmediato de Rocío pasa ahora por la ayuda de los 426 euros que le cubrirán seis meses de búsqueda de cursos para de algún modo "optar a un trabajo más estable".

Pero la formación ya no es distintivo entre los jóvenes que esperan a las puertas del SAE. Germán Carmona, de 33 años y con estudios universitarios de Empresariales y al que le dio de comer el boom inmobiliario, acude a sellar el paro como cada mes. Un año ya de idas y venidas a Bollullos justifican su pesimismo, que sobrelleva con un segundo ciclo de estudios superiores.

Pero para desesperación la de Alfredo Hernández. Este impresor y diseñador gráfico lleva 10 años esperando una oportunidad aunque antes de la crisis "iba tirando con algunos trabajillos". Su edad, 50 años, es como para tantos hombres, la rémora para aferrarse a alguna esperanza de encontrar el empleo.

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