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La otra memoria

Es curioso comprobar cómo dos de las más señeras de nuestras Hermandades, y referentes de nuestra Semana Mayor, como son la Macarena y la Esperanza de Triana, han decidido recuperar...

el 15 sep 2009 / 01:39 h.

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Es curioso comprobar cómo dos de las más señeras de nuestras Hermandades, y referentes de nuestra Semana Mayor, como son la Macarena y la Esperanza de Triana, han decidido recuperar en estos años, en la forma de ataviar a sus Dolorosas para la salida procesional, prendas y modos de vestir propios de una época pasada. Ello, junto a otras circunstancias más accidentales, revela el interés de dichas corporaciones por recuperar, para sus nuevas generaciones de hermanos y para la ciudad en general, un trozo de su más brillante y reciente historia. En el caso de la Macarena, la reafirmación del inconfundible sello juanmanuelino, consolidado en la década de los veinte del pasado siglo y posteriormente exportado a otras corporaciones; en el caso de la Esperanza de Triana, la eclosión de los años cuarenta o cincuenta de la pasada centuria cuando cristalizó el singular estilo de la cofradía trianera. Es de agradecer que, con estas iniciativas, podamos revivir hermosas estampas del pasado, hasta ahora sólo conocidas por añejas fotografías. Y es igualmente significativo que en épocas de constantes cambios y estrenos más o menos afortunados, propiciados por cierta bonanza económica de nuestras corporaciones, las dos popularísimas cofradías hayan optado por rememorar una parte de su pasado más brillante en una especie de protestación de fe sobre las fuentes de su propio estilo.

Estoy convencido que, como ha ocurrido en otras ocasiones, esas iniciativas moverán similares decisiones en otras corporaciones. Hoy, que tanto se habla por otras razones de memoria histórica, no está de más el recordar la nuestra si con ello se refuerza la devoción a Nuestros Titulares. Quien sabe si, fruto de esta bendita corriente, pronto veremos al Señor del Gran Poder sobre su paso con túnica bordada, como nos lo enseñan las viejas estampas de finales del siglo XIX, en una poblada Plaza de San Lorenzo de vencejos y caballeros con sombrero. Sé que es difícil. Pero como soñar no cuesta dinero, ahí expreso mi deseo en voz alta. Un deseo que sólo de pensarlo me produce un escalofrío de emoción.

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