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Cofradías

La Policía busca pruebas en el diario del detenido

el 21 jun 2010 / 12:13 h.

Un diario en soporte digital que llevaba encima el detenido por arrancarle de cuajo el brazo derecho al Gran Poder podría dar a los investigadores alguna clave que explique por qué atacó a una de las imágenes más veneradas en la ciudad. La Policía Nacional está analizando minuciosamente el pendrive que llevaba en su macuto Luis C.O., un funcionario de prisiones de 37 años, sevillano pero destinado en la cárcel de Huelva. El hombre se negó a declarar ayer ante los agentes, por lo que su primera explicación será la que dé hoy, cuando sea llevado ante el juez. También se han revisado el resto de sus pertenencias, en su mayoría objetos personales y documentación, y se ha descartado que llevase objetos peligrosos. Ni la cofradía ni los investigadores tienen constancia de ningún conflicto previo con la cofradía que pudiera haber motivado el ataque. De hecho, ninguna de las personas con las que ha hablado este periódico, habituales de la basílica, recordaba haberlo visto jamás.

La Policía imputa al detenido un delito de daños contra el patrimonio histórico-artístico, recogido en el artículo 323 del Código Penal y castigado con penas que oscilan entre uno y tres años de prisión, así como una multa y, si el tribunal lo decide, medidas para resarcir los daños causados.

El hombre, un individuo corpulento y de aproximadamente 1,90 de estatura, asistió a la misa del domingo como un feligrés más. Un testigo que estuvo sentado a su lado durante toda la eucaristía explicaba ayer que, salvo algún movimiento nervioso "que de no haber ocurrido luego esto, yo no recordaría", el hombre no llamó la atención y participó normalmente en la misa. "Persignarse se persignaba, ahora, si rezó el Credo ya no lo sé", explicaba gráficamente. Sin embargo, al finalizar la misa se avalanzó sobre la imagen, a la que zarandeó con fuerza "para tirarla al suelo", aunque no pudo al estar anclada a la base. Tras ser detenido sólo hizo alguna alusión, mientras se marchaba, al Evangelio leído en la misa, increpando al sacerdote que la había oficiado y aludiendo al Gran Poder como "un trozo de madera", según este testigo.

"Lo que quería era llamar la atención, porque si quiere dañar al Señor lo hace un día que no haya nadie, y no delante de 200 personas para que lo frenen". El hombre acudió al camarín, saltó la barandilla de seguridad y se agarrró a la imagen hasta arrancarle un brazo de cuajo y desgarrarle la túnica por la costura, entre el estupor general. Un policía libre de servicio que estaba en la misa lo detuvo, aunque ofreció una fuerte resistencia. Luego fue trasladado por agentes uniformados a la Jefatura, donde ha pasado dos noches antes de ser trasladado al juzgado, lo que previsiblemente ocurrirá a primera hora de la mañana de hoy.

El detenido es funcionario de prisiones en la cárcel de Huelva, donde ayer no daban crédito a la historia. Según fuentes penitenciarias, se trata de una persona que "nunca ha llamado la atención por nada extraño, que se comporta de lo más normal en el trabajo y que, de tener algún desequilibrio mental, jamás ha dado la más mínima muestra".

Instituciones Penitenciarias aguardará a la decisión que adopte hoy el juez -en estos casos cabe la posibilidad de encargar un informe psiquiátrico- antes de decidir qué medidas adoptará sobre este trabajador, que ha estado destinado en varias prisiones, todas ellas andaluzas.

Entretanto, la Policía continuó ayer tomando declaración a los numerosos testigos del ataque y valorando las pruebas científicas, y también los vídeos de las tres cámaras de seguridad que grabaron la agresión. El ataque, que apenas dura unos segundos, fue captado tanto por la cámara que apunta a la entrada del camarín como por la que controla la salida, y también por una tercera, de las 16 que hay en la basílica, situada enfrente y que apunta directamente al Señor de Sevilla. Lo que se ve en las grabaciones es que el hombre zarandea al Gran Poder, le da patadas y tira del brazo con fuerza, al parecer para derribarlo, pero al final el miembro cede y el agresor pierde el equilibrio y cae de espaldas.

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