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La reforma de la carrera oficial ya no tiene marcha atrás

La Carrera Oficial de las procesiones de la Semana Santa de Sevilla requiere una reforma urgente porque el exceso de asientos, la estrechez de los pasillos y el taponamiento de público que se produce a lo largo de ese tramo del recorrido de las cofradías constituyen, literalmente, un peligro público.

el 16 sep 2009 / 07:25 h.

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La Carrera Oficial de las procesiones de la Semana Santa de Sevilla requiere una reforma urgente porque el exceso de asientos, la estrechez de los pasillos y el taponamiento de público que se produce a lo largo de ese tramo del recorrido de las cofradías constituyen, literalmente, un peligro público.

El Consejo de Cofradías, concesionario de la licencia de ocupación de la vía pública para la instalación de las sillas, está obligado a adaptar este servicio a las normas vigentes de seguridad en los espectáculos públicos, tiene que disponer de un plan de evacuación conforme a la ley y garantizar, en suma, que los usuarios de las sillas acceden a ellas con todas las garantías y sin riesgo para nadie. Estos simples enunciados han generado una controversia inusitada entre el Ayuntamiento de la ciudad y el órgano rector de las cofradías. Y también han reavivado un formidable debate público imposible de simplificar en la disputa entre los que tienen sillas y los que no, los amantes de la Semana Santa y los descreídos, los retros y los progres, los pobres y los ricos o cualesquiera discrepancias reduccionistas al uso.

La Semana Santa es de toda Sevilla y a toda Sevilla le interesa la Semana Santa de una manera o de otra. La cuestión es no interpretar el debate sobre una reforma necesaria (el Consejo mismo admite que hay que hacer un estudio técnico y elaborar una ordenanza específica partiendo de la idea de que el Reglamento general de Espectáculos Públicos no es aplicable a la Semana Santa) como una desavenencia crematística respecto al perjuicio que sufrirá el negocio si se retiran las 7.000 sillas que el Ayuntamiento dice que sobran.

Porque sobrar, parece obvio que sobran. Esta ciudad que siempre ha presumido de saber administrar sus bullas ha sufrido en años recientes más que un conato de pánico como consecuencia de carreras, caídas, alarmas falsas o auténticas y bromas de mal gusto en medio de la muchedumbre que se agolpa en algunos lugares de los recorridos procesionales. Cualquiera que haya ido a ver una cofradía en los puntos de confluencia de la Carrera Oficial sabe de qué trata esta iniciativa municipal. Es una reforma necesaria, hay que insistir, pero necesaria hace ya muchos años, y tal vez no debería haberse permitido que La Campana se convirtiera en "una ratonera" como ahora alerta el Ayuntamiento. Se trata, en fin, de no mantener posturas obcecadas y perseguir un acuerdo por encima de todo, porque a todos interesa que haya acuerdo.

A las cofradías, cuyo prestigio y engrandecimiento dependen, en lo que a sus estaciones de penitencia se refiere, de seguir ofreciendo un gobierno impecable en la calle; al Ayuntamiento, porque es la institución responsable de una ciudad que tiene en la Semana Santa su mayor atractivo turístico además de la obligación de velar por el cumplimiento estricto de la ley; y a todos los sevillanos, actores y espectadores de un fenómeno que hay que preservar y acrecentar.

Llegados a este punto, cuando se ha advertido por el Consistorio de que La Campana es "una ratonera", no hay marcha atrás posible. Debe prevalecer el sentido común y el diálogo, pero el Ayuntamiento ha de ser consciente de que su iniciativa ya no puede ser ni un globo sonda ni una serpiente de verano.

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