Por estas fechas, algunos colegios hacen la Semana Blanca, o sea, unas pequeñas vacaciones para aprender a esquiar en Sierra Nevada. Quien a partir de mañana tenga la suerte de poder pasearse por la Costa del Sol observará que allí podrían haber calificado estos días como la Semana del Encargado, porque todos los dueños y directores de establecimientos hoteleros y gasrtronómicos estarán en Fitur: la principal feria española del turismo es como una romería del Rocío, por lo civil para aquellos que se han deslomado en la costa malagueña durante el verano? y para munícipes variopintos -de allí y de aquí- que no dan un palo al agua.
En muchas de las poblaciones de Sevilla -probablemente, sólo en las regiones italianas de Toscana y Umbría existe una red de ciudades históricas medias como la sevillana y la de Cádiz- los cargos municipales, empezando la casa por el tejado, consideran una tradición insoslayable peregrinar estos días hasta Ifema en bien de su pueblo aunque el patrimonio histórico, cultural, natural o inmaterial que custodian duerma el sueño de los justos, con los recursos a medio inventariar, sin clasificar, sin poner en valor y sin promocionar.
Hasta el año pasado, por el recinto ferial se veía edición tras edición a miles de técnicos y profesionales trabajando como locos en busca de touroperadores y a alcaldes y concejales de todas las opciones políticas haciendo el ganso, flotando de pabellón en pabellón ahítos de un saludo, como si aquello fuera la Feria de las Vanidades de Thackeray y no la del Turismo, nuestra chimenea más importante. No estaría de más reflexionar sobre esto: que allí se va a vender el trabajo que se ha realizado previamente, que ha de venderlo quien sabe hacerlo y que ostentar un cargo municipal no es una bula para pasarse una semana en blanco.
Antonio Zoido es escritor e historiador.
