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La serie 'Icehouses' de Catherine Opie

En estos días de otoño el museo Guggenheim de Nueva York está en obras. Sus conocidas rampas están cerradas al público y sólo puede contemplarse una parte pequeña de sus fondos, la que se corresponde con la colección Thannhauser.

el 15 sep 2009 / 16:56 h.

En estos días de otoño el museo Guggenheim de Nueva York está en obras. Sus conocidas rampas están cerradas al público y sólo puede contemplarse una parte pequeña de sus fondos, la que se corresponde con la colección Thannhauser. Eso, y una retrospectiva de la fotógrafa americana Catherine Opie, completa antología que repasa toda su trayectoria desde los años ochenta hasta hoy.

No voy a detenerme ahora en resaltar las virtudes de Opie como retratista, esforzada por hacer de la ambigüedad un arma reivindicativa de género, no quiero comentar sus impactantes autorretratos (donde mezcla la ternura con la perversión en un afilado equilibrio casi imposible de conseguir), sino que prefiero detenerme con detalle en ahondar en las virtudes de una de sus series más famosas, Icehouses, un conjunto de doce paisajes nevados -realizados durante 2001 en Minnesota-, de una belleza aplastante y definitiva. Me admiro ante su capacidad para transportar al espectador desde una simple realidad poética a la abstracción romántica más profunda. En las primeras imágenes se distinguen casas, de un color vivísimo; en las tomas finales no apreciamos nada devorado el horizonte por una intensa ventisca invernal. Apenas reconocemos detalles, sólo sentimos un silencio hondo (como en los dibujos finales de William Turner), e intuimos el poder de la Naturaleza y la pequeñez del hombre (como en los cuadros más grandiosos de Caspar David Friedrich).

Estas fotografías tienen calidades pictóricas. Las texturas níveas del blanco antes de la tormenta son brochazos exactos cargados de matices. Las casitas asoladas por el vendaval, pinceladas ágiles imperceptibles. Son panorámicas extremadamente desnudas que intentan sincretizar al mínimo, quitar lo innecesario. Igual que ocurre, por citar un ejemplo válido, con los trabajos más oscuros de Ad Reinhardt, un artista ciegamente anti-figurativo que acabó sustrayendo de modo obsesivo. Impresionante. No se puede llegar más lejos, comunicándolo todo, de una manera más sencilla.

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