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La última cigarrera se queda

el 15 sep 2009 / 02:04 h.

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La esperanza es lo último que se pierde, pero después de una hora se terminó desvaneciendo a causa del mal tiempo. Los hermanos más antiguos no recordaban dos años consecutivos sin salir. Mientras, en la puerta de la capilla de la fábrica de tabacos nadie se movía bajo un manto de agua intensa.

La última cigarrera de Sevilla y por ende, del barrio de Los Remedios, decidió que la historia tabacalera unida al margen del río se quedara en casa para evitar un mal mayor: el agua golpeaba con fuerza la cornisa del Aljarafe al mediodía.

Iba a ser la primera salida de la Virgen tras la restauración de Gutiérrez Carrasquilla, ya que, al igual que este año, la lluvia impidió hacerlo en 2007. Había muchas ganas, pero la jornada del Miércoles Santo previno a la junta de gobierno.

Sin embargo, una hora antes de la salida de la hermandad los alrededores se presentaban llenos de fieles que aguardaban el momento. Las imágenes se repetían. Miradas perdidas en el cielo que estuvo encapotado durante toda la tarde. Paraguas húmedos por el aguacero que había caído a las 14.30 horas.

Las tres bandas de la Cigarreras (cruz de guía, misterio y palio) replegadas en el jardín interior de la fábrica de tabacos... Éste era el cuadro que se podía pintar en las inmediaciones. En el interior, el hermano mayor le hablaba a su cuerpo de nazarenos: "Vamos a pedir una hora de prórroga. Eso sí, si salimos vamos a tener que correr mucho para ganarle tiempo a la Carrera Oficial".

"Esto no pinta nada bueno, pero si han pedido una hora más será porque saldrá el sol". Eran las palabras de esperanza del maniguetero izquierdo del palio, José Romero, que no recordaba quedarse dos años seguidos en la parroquia. Los ánimos decaían por momentos. "Creo que la espera es el peor remedio...", se quejaba un hermano de la corporación.

Y es en las caras de los más jóvenes aparecían las primeras lágrimas al intuir que este año tampoco saldrían a la calle. Para quitarles el sofoco, la solución la tenían los que controlaban los tramos donde se encontraban los pequeños. "A los niños les cuento una película, todo sea para que no lloren por su hermandad", apuntaba un diputado.

Pero el silencio se hizo con algún llanto contenido. "Debido a las inclemencias del tiempo... Había ganas, ilusión - momento en el que se escuchó un trueno que acalló las palabras de Perianes por unos instantes-, pero Las Cigarreras este año se quedará en casa", sentenció emocionado.

Los costaleros que custodiaban el misterio con el Señor de la Columna y Azotes, con los brazos cruzados. Los acólitos, algunos llorando, se disponían a retirar los enseres procesionales. Un niño de cinco años le decía a su madre: "Mamá, qué pena, ¿no?". Iba vestido de monaguillo y no sabía qué hacer con todos los caramelos que guardaba con celo en su cesta de mimbre negra.

La devoción, no obstante, pudo con la lluvia que había encharcado la calle Juan Sebastián Elcano. Cientos de fieles esperaban estoicamente a que las puertas de la parroquia se abrieran para rezarle a sus imágenes.

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