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La viuda de España

Perfil de la tonallidera publicado el 9/5/2010 tras la petición de tres años y medio de cárcel y el pago de 3,7 millones de euros formulada por un fiscal.

el 09 may 2010 / 07:15 h.

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Caricatura de Isabel Pantoja. / Jaime Pandelet Caricatura de Isabel Pantoja. / Jaime Pandelet Por Felipe Villegas. La tonadillera está triste... ¿Qué tendrá la tonadillera? Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color... ¿Qué tendrá la tonadillera que la actualidad la trae a mal llevar? Pues tiene, ni más ni menos, que la petición de tres años y medio de cárcel y el pago de 3,7 millones de euros -ahí es nada- formulada por un fiscal por, presuntamente, haber lavado dinero negro procedente de los negocios turbios de su ex compañero sentimental, el tampoco bien parado Julián Muñoz. Y como la posibilidad de vérselas en tan duro trance existe, a la Carmen de España -lástima que ya no está entre nosotros la gran Rocío, la número 1 para muchos- se le han quitado las ganas hasta de despachar a la pesadísima prensa rosa con su nacarada caja de dientes, ella que fue la madre de la estrategia del "dientes, que es lo que les jode". Pues la jodida, con perdón, es ella. Ahora no se trata de que tal o cual programa de televisión le meta por enésima vez el dedo en el ojo, sino de palabras mayores, pues la Justicia no se anda con chiquitas. Es por esto que nada más saltar la petición del fiscal -que dará de comer semanas y semanas a la cohorte de contertulios de siempre, porque la Pantoja siempre vende, o si no su hijo Paquirrín, que flaco favor le ha hecho a la figura de su madre-, la cantante ha aparecido cabizbaja, afligida, con un hilito de voz para dejar bien claro ante los micrófonos serios que ella, la sempiterna viuda de España, a lo que se ha dedicado siempre ha sido a cantar, y no a esos negocios sucios con que se la relacionan. Y en eso, en cantar y en moverse sobre un escenario, no hay ya coplera de bata de cola que le chiste, a pesar del enorme daño que en su imagen pública le ha causado y causa el goteíto ora polémico, ora ridiculizante, ora burlesco con que la influyente prensa rosa la ha agasajado. ¿Recuerdan aquellos complots del Aquí hay tomate -que la televisión no tenga en su gloria- a sus conciertos, cómo iban a tirar con bala sin importarles salir trasquilados en el envite al toparse con algunos de los fans más pantojistas? Pero entre éstos y otros más tibios, su imagen se ha ido erosionando. A esto, cómo no decirlo, ha contribuido en gran medida su juego con las exclusivas, que bien que las ha cobrado cada vez que se lo ha propuesto; además de su imagen de viuda de España, de doliente perpetua desde aquel aciago día en que un toro segaba la vida de Paquirri en Pozoblanco.Hasta qué punto ha explotado su pena hasta en lo musical es otra clave del cierto hartazgo que muchas veces provocan sus discos entre la ciudadanía en general -lo que no importa, faltaría más, a su legión de fieles-. Unos discos -quién no ha soltado un hipido al escuchar su Marinero de luces- que son una suerte de terapia para no olvidar, cuando no una respuesta a lo que tantos vociferan sobre su vida privada. Y esto, querámoslo o no, ha contribuido a engordar la bola. Y no escarmienta. Verbigracia: su último disco, calentito porque salió en marzo. Llamado Isabel Pantoja en otra declaración de intenciones, incluye temas con letras como la que siguen: "La gente sabe de dónde vengo, qué es lo que tengo y a donde voy. La gente sabe qué es lo que quiero, en quién yo creo y cómo soy. No necesitan que se lo diga, no necesitan que se la inventen. Y si alguien quiere saber mi vida, que venga a verme y así, cantando, se la cuento yo...". Juzgue el lector... Mientras la parsimoniosa Justicia dirime sus cuestiones para con la Pantoja, quedémonos no obstante, pese a todo lo expuesto, con un buen sabor de oído y de vista, el que provoca la artista cada vez que sale al escenario. Con terapias o sin ellas, con recaditos a la prensa del corazón o sin ellos, aquella niña nacida de la semilla de un compositor flamenco y una enamorada del baile en el viejo arrabal trianero tenía ya madera de artistaza. Y lo sigue siendo aunque la vida -modo fino de decir ella misma, con sus aciertos y errores- la haya llevado a transitar senderos que en ocasiones poco o nada tenían que ver con la copla. Sus 32 discos en el mercado y esa bestia de raza que lleva en su interior no se merecen menos que reconocer que estamos ante una grande de la canción. Ay pena, penita, pena.

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