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Lo que está por llegar

La civilización moderna ha destruido gran parte de las fiestas tradicionales en las que se vivía la fiesta hecha y sentida por todos, la fiesta que identificaba a los grupos sociales, la fiesta ritual que cada año se repetía y se esperaba.

el 14 sep 2009 / 23:50 h.

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La civilización moderna ha destruido gran parte de las fiestas tradicionales en las que se vivía la fiesta hecha y sentida por todos, la fiesta que identificaba a los grupos sociales, la fiesta ritual que cada año se repetía y se esperaba. En esta especie de crisis emocional de cultura que padecemos, lo irracional toma un auge y fuerza enorme. Igualmente se favorecen todas las experiencias de lo lúdico, lo inútil. Y la Semana Santa, para algunos, abunda en estos motivos irracionales y lúdicos. Esos no pueden sentir el despertar de una primavera invernada en la nostalgia a lo largo del año. Hemos aguardado observando la vigilia de la luz creciente y la espera de la tibieza, a la sombra de tanguillos y coplas carnavalescas, el cambio de Don Carnal por Doña Cuaresma. Hoy, primer viernes de Cuaresma, ayunamos y en la abstinencia comienza la mezcla de los contrastes barrocos, lo público y lo íntimo, lo que alegra y lo que llena de melancolía, lo sagrado abrazado a lo profano y lo profano ascendiendo a lo sagrado, a lo que calienta el corazón cuando se recuerda y llena los ojos de lágrimas cuando se vive, aquello por lo que vale la pena vivir estos cuarenta días. Nos van a llegar días con memoria que nos van confiando sus recuerdos al oído. Días para vivir hondo y despacio. Días en los que basta ser nosotros mismos, tener lo que tenemos y vivir donde vivimos para ser serenamente felices. Días tibios, dulces, tiernos, protectores, que abrazan prometiendo felicidades como abraza la mirada baja de una madre que nos ama. Para gozarlos a nada renunciamos, que todavía hay quien se cree que es necesario elegir entre tradición y cultura. A ningún encuentro nos negamos. Pero, eso sí, no habrá encuentro que nos retrase o distraiga de nuestra cita con lo más bello de nuestra tierra. Desde este mes de noviembre, tenemos más razones para vivir en ella, para acordarnos de ella, porque nos va a dar cosas, tal vez no mejores, pero sí distintas de las que podamos encontrar en otra parte. Estamos en Cuaresma, un largo mes de víspera, de oír los pasos de lo que adviene. Como dice un buen amigo: ni tan siquiera lo que aguardamos cuando llegue, será tan hermoso como esta espera.

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