Los responsables del Alamillo se están planteando repoblar el lago con anfibios, una especie en regresión, aprovechando la mortandad de peces, de origen desconocido, registrada en sólo unos días.
Ejemplares de ranas y gallipatos podrían vivir a sus anchas en los 25.000 metros cuadrados del lago.
La extensa laguna del Parque del Alamillo ha dejado de ser lugar de sano esparcimiento para los centenares de pequeños que acudían cada fin de semana a echar de comer a los peces, una estampa tan habitual como reprobable para el ecosistema. "Es una mala práctica -apostilla el director del parque, Adolfo Fernández Palomares- ya que contribuye a empeorar la calidad del agua y a que la población de peces aumente de manera insostenible".
Los resultados de las muestras de agua enviadas a un laboratorio de Valencia determinarán a qué pudo deberse la falta en los niveles de oxígeno que ha acabado por exterminar desde el pasado domingo para acá la totalidad de los peces, más de 3.000 carpas. Ayer todavía persistía un olor desagradable y pestilente en torno al lago, mientras el equipo de limpieza, a bordo de una pequeña embaración, sacaba otros 60 peces muertos.
"A pesar de todo, el lago se está recuperando. Estas crisis se solucionan solas muchas veces", relataba a pie de obra el director del Alamillo, al tiempo que negaba la utilización de cualquier producto fitosanitario. "Es una laguna en régimen natural, sin ningún tipo de tratamiento".
Esta mortandad de peces, la segunda en la historia del parque, "obligará probablemente" a vaciar el lago, aunque antes de tomar cualquier decisión aguardarán las recomendaciones de los técnicos. Los especialistas han aconsejado repoblar el lago con anfibios (ranas y gallipatos, fundamentalmente); "lo que pasa -apunta Fernández Palomares- es que son incompatibles con los peces".
