Hemos asistido en estos últimos años a tensiones en la embajada sevillana que acudía a la Feria Internacional del Turismo. Después de tantos quítate tú que me pongo yo, la cordura se ha impuesto. Si en otras ocasiones sentaba tan mal que una institución corriera con los gastos de la feria, mientras la otra se aprovechaba de su infraestructura, ésta vez, y por fin, se ha entendido que la marca Sevilla es una y no varias. Ignoro si la crisis, en los presupuestos del evento por ejemplo, ha provocado que se tengan que aplicar porcentajes entre las diferentes administraciones. Pero lo que sí tengo claro es que, este año, las malas caras han sido sustituidas por el buen rollo. Y así, todo es más fácil. Sevilla se vende desde la capital a los pueblos, y viceversa. Pero la firma es la que es, a nivel nacional e internacional. No hay distingos entre los turistas. Y dividir la marca es una barbaridad. Para cuando salgamos de la crisis, lo lógico es que la fórmula permanezca. De esa manera, no pierde nadie, y ganamos todos.
