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Mi coche oficial es un patrullero

La utilización de la Policía Local para resolver cualquier conflicto ha sido uno de los ejes básicos de la gestión de Zoido.

el 17 sep 2011 / 19:58 h.

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Dos policías locales vigilan las calles del centro.

Tiene Joaquín Sabina un tema ya con varios trienios a cuestas (Pacto entre caballeros ), una rocambolesca historia que acaba con un choricete que sale de robar de casa de un millonario. ¿Y qué se encuentra en la puerta? Pues aquí salen unos coros en la parte final que lo dejan bien clarito, porque repiten constantemente "mucha mucha policía". Pues una cosa así es lo que tiene uno la sensación de que ocurre en el despacho del alcalde, Juan Ignacio Zoido. ¿Problemas con las prostitutas? Ahí que resuena el estribillo: "Mucha mucha policía". ¿Cómo solucionamos lo de los gorrillas? "Mucha mucha policía", repite el coro, que receta lo mismo para casi todo: asentamientos chabolistas , doble fila, ordenación del tráfico en el Centro ... Y no nos engañemos, que a un porcentaje nada desdeñable de ciudadanos esta fórmula le gusta, porque mientras le solucionen el problema de su barrio lo demás como que le importa lo mismo que el resultado de un partido de críquet.

Cien días ya de mucha Policía Local y pocas sutilezas. Esta política al final convierte en itinerante el problema, pan para un barrio y hambre para otro, y agudiza el egoísmo entre zonas de la ciudad. Ni que decir tiene que se supone que del bien superior, de dar soluciones reales, tiene que encargarse la autoridad competente, que hasta ahora no ha demostrado que le quite el sueño esto de encontrar salidas sociales. Las estará buscando, que no digo yo que no, pero las frases más repetidas hasta ahora han sido "tolerancia cero" y "mano dura". Y desde luego se quiere transmitir una imagen más de hierro que de seda, más de actitud blindada que de preocupación social.

Lo de la Policía Local como mascarón de proa ha sido uno de los dos ejes básicos de estos cien días. El otro es un clásico en todo cambio de gobierno: la cosa está muy mala pero no es culpa mía. Según el análisis del PP es un misterio cuántico cómo ha podido funcionar el Ayuntamiento antes de que ellos llegaran, porque todo está arrasado, hundido, endeudado y con el dinero justo sólo para levantar una persiana. La "desastrosa herencia recibida" (otra frase obligada) es mucho peor de lo esperado, faltaría más, un cataclismo, un fin de los tiempos más horripilante que el que profetizaron los mayas para el año que viene. Así las cosas, se viene a decir, comprenderán que haya cosas prometidas que habrá que ir aparcando, todo no se puede hacer a la vez porque lo primero es ordenar la casa que me han destrozado los de PSOE e IU, que son unos malotes.

Esto da pie a una constante que se ha mantenido en un tono bajo en los meses de verano pero que empieza a desmelenarse conforme se acercan las elecciones: el PP, con Zoido a la cabeza, sigue actuando más como oposición que como gobierno, es como si se encontrase más en su papel, con más soltura. En algunos temas poco a poco se va instalando la mentalidad de gobierno, pero las formas siguen siendo de oposición, hoy contra la anterior Corporación y mañana contra la Junta de Andalucía, como con la famosa carta de las deudas pendientes: Zoido tiene más razón que un santo en algunas de estas reivindicaciones, pero el numerito de enviar una misiva al presidente de la Junta que conocieron antes que él los medios de comunicación es un gesto de política menor, un show de partido en la oposición que quiere dar que hablar y alimentar a la parroquia propia.

Mientras tanto, la vida sigue igual en más de un aspecto por mucho que pasen cien días. El PP se ha encontrado que no son tan fáciles de solucionar algunos temas que iba a resolver en un cuarto de hora (PGOU, aparcamientos paralizados...), el tiempo ha demostrado que la reducción en altos cargos no era ni tan espectacular ni suponía un ahorro económico tan grandioso y muchos problemas no se van a resolver por mucho diálogo que le ponga el alcalde. Porque eso sí que se mantiene igual, el Zoido próximo y amable, el político que es como tu vecino, siempre una palabra amable y un sí a todos, una forma de actuar que no podrá ser eterna por una simple cuestión presupuestaria: si haces lo que le has prometido al barrio A no podrás dar lo comprometido con el barrio B (o al C o al D) porque no habrá dinero suficiente. Y llegará el momento en que habrá que decir un no. Zoido se expone a la cruda realidad de gobernar, que supone el riesgo de desilusionar, más cuando se ha prometido tanto. Será difícil que todos le sigan dando palmaditas, pero si lo consigue que por favor nos cuente el secreto, porque habrá conseguido lo que los finos llaman cuadrar el círculo.

Y así han pasado cien días de perfil más bien plano, quizás sea porque se ha estado más en cuestiones de organización interna. Pero pasó el tiempo de gracia y llega la hora de meterle mano a los temas. Desde junio hasta acá no ha habido grandes campanazos, excepción hecha de una derogación del Plan Centro que ha resultado más polémica de lo esperado. Han sido meses más de política a pequeña escala, de arreglar esos problemas del día a día de un barrio que el anterior gobierno olvidó mientras se obsesionaba con grandes proyectos. Esto ha dejado la puerta abierta a esos pequeños golpes de efecto que tanto le gustan al alcalde, intervenciones tipo Zoido el mago: me ha arreglado en dos semanas lo que le venía reclamando a los otros (una acera rota, un lío con los contenedores) desde hace años, viva Zoido. Y además como la mujer del César, serlo y parecerlo, hacer algo y pregonarlo a los cuatro vientos. Y esto funciona, sobre todo en temas con la Policía y Lipasam. Orden y progreso, reza el lema de Brasil, que Zoido ha transformado en orden y limpieza. Dice el alcalde que el reloj de Sevilla empieza a funcionar, y que él lo está viendo desde su coche oficial que, por cierto, es un patrullero...

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