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Miguel Carcaño

Acusaciones: asesinato, dos delitos de agresión sexual, un delito contra la integridad moral y un delito de profanación de cadáveres.

El Fiscal pedía: 52 años de cárcel, 220.000 euros de indemnización a la familia y 616.319,27 euros al Ministerio del Interior por la búsqueda.

La familia pedía: 52 años de cárcel y 5 meses y 480.000 euros de indemnización a la familia.

La defensa pedía: 3 años de cárcel.

Sentencia: Absuelto de los delitos de violación, contra la integridad moral y profanación de cadáveres y condenado a 20 años por asesinato, 340.000 euros de indemnización a la familia y pago de las costas.

El exnovio de Marta siempre ha admitido que la mató, aunque ha dado hasta cuatro versiones diferentes de cómo lo hizo.

el 17 oct 2011 / 19:25 h.

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Miguel Carcaño, que tenía 20 años en el momento del crimen, era un chico tímido y educado que había superado una durísima infancia muy pendiente de una madre minusválida, y que había aprendido a valerse por sí mismo desde los 17 años, cuando ésta murió y su hermano no se ocupó de él. Pero había otro Miguel, egocéntrico y manipulador, que compensaba sus frustraciones con su éxito entre las chicas, a las que siempre elegía más jóvenes probablemente para impresionarlas: él saltaba de novia en novia e incluso las simultaneaba, pero al mismo tiempo era muy celoso y llegaba a volverse agresivo si no conseguía lo que quería.

Tan presumido que hasta se ponía lentillas azules para mejorar su aspecto, los informes psiquiátricos encargados por el juez del caso revelaron que buscaba relaciones que le produjeran una satisfacción inmediata y que era incapaz de establecer lazos afectivos o ponerse en el lugar del otro. Tras el crimen de Marta dio sobradas muestras: ya en prisión no le importó reconocer que había cambiado varias veces su versión de los hechos tratando de eludir la condena, mintiendo a su conveniencia, aunque siempre admitiendo que había matado a la que había sido su novia. Parecía que le gustaba que toda la atención estuviera centrada sobre él, porque engañó a abogados -uno abandonó su defensa por sus mentiras y varios se negaron a representarlo-, policías y juez, logrando que el cuerpo de la joven fuese buscado en varios escenarios distintos. Quienes lo han tratado de cerca admiten que lo que parece timidez puede ser más bienfrialdad, indiferencia absoluta por las consecuencias de sus actos, un diagnóstico que refrendaron los informes psiquiátricos.

Estos días, Miguel está nervioso por el juicio. Mantiene una rutinaria vida en prisión, donde sigue estudiando para sacarse el título de ESO y cursa algunos talleres ocupacionales. No recibe visitas, salvo las de su abogada, y muy esporádicamente. Ingresado en un módulo de respeto terapéutico, convive en su celda con otro interno y no da problemas. Sigue recibiendo cartas de admiradoras a pesar de que hace casi tres años que está preso y que le han llegado a mandar regalos, incluso una pulsera. Una de las grandes incógnitas del juicio es qué responderá cuando le pregunten por qué  mató a Marta, cómo lo hizo y dónde se desembarazó del cuerpo.

Miguel se enfrenta a 52 años de cárcel por un delito de homicidio, dos de violación, profanación de cadáveres y contra la integridad moral, por haber negado a los padres el consuelo de enterrar a su hija.

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