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Misioneros de la saeta en Marchena

La primera escuela de saetas del país cumple 25 año.

el 12 oct 2010 / 18:24 h.

Semana Santa, flamenco. Éstas pueden ser las palabras que vengan a la cabeza al escuchar el nombre de la saeta. Pero para Marchena, la saeta es inherente a sus gente, a su cultura y a sus calles, por las que cantan con devoción estas antiguas oraciones desde hace siglos.

Hace 25 años, nació en esta población la primera escuela de saetas de España. Dirigida por Roberto Narváez, intenta recuperar estilos primitivos de las saetas y contribuye activamente a su conservación. Para garantizar esta labor, desde el Ayuntamiento de Marchena, y con el impulso de la escuela de saetas, trabajan para que la Junta de Andalucía la declare Bien de Interés Cultural (BIC) de Andalucía, moción que ya fue aprobada en el último pleno, según apuntaron fuentes del equipo de gobierno (PA-PP).

Todos los estudios han situado a la población de Marchena como el epicentro que dio origen a este canto. “Se cree que nacieron en el siglo XVII”, cuenta al respecto el director de la escuela de saetas. La saeta proviene de los cantos de los franciscanos, “que llamaban al arrepentimiento y al recogimiento”. En Marchena hubo dos conventos de esta orden, en 1420 y en 1530, aunque con el tiempo “el pueblo hizo suyo ese canto y se fue formando un estilo propio de saetas”.

El director y sus alumnos no tienen dudas sobre las cualidades de este canto para declararlo BIC en Marchena. “Es donde se asienta la antigüedad y la pureza de la saeta, además del abanico tan grande que tenemos”, cuenta Antonio Lebrón uno de los alumnos. Es más, en Marchena existen 10 tipos de saetas autóctonas.

De los 60 alumnos que tienen durante este curso, Conchi Pérez, Pepi Romero, Juan José Domingo, Pepa Flores, Carmen Arcas y Antonio Lebrón se han reunido con el director de la escuela de saetas para recordar sus experiencias en las calles frente a los santos. No se atreven, pero al final, torrentes de voz y de emoción salen por sus gargantas, erizando hasta el último vello del cuerpo. Los alumnos, que también son maestros entre ellos, siguen entonando la quinta y sexta del Cristo de San Pedro, las cuartas del Dulce Nombre de Jesús y del Señor de la Humildad y Paciencia, las carceleras de la Soledad o las marcheneras. En ellos está la labor de recuperar y salvaguardar los estilos primitivos de las saetas, cual misionero por su causa, tratando de divulgar ese canto por España y el extranjero.

“En Marchena es escuchar un tambor y ya te sale alguien cantando”, bromea uno de los alumnos. La devoción y el amor por esta oración tan jonda se maman desde la cuna. Niños de 6 y 7 años acuden para aprender el arte de entonar una buena saeta. Ni la voz ni la experiencia son requisitos para cantar. “Ha habido personas con mucha voz que no han dicho nada y gente con muy poquita que ha transmitido mucho”, explica el director.

En estos 25 años, han divulgado la saeta por España y por el extranjero. En Italia, han estado dos años representando a España en el Festival de Música Religiosa del Mediterráneo. Como muestra de gratitud, el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, presidirá la misa en honor al cuarto de siglo de la escuela de saetas el próximo 21 de enero. Para muchos, más que una escuela de saetas, es una familia que se reúne en el seno de la capilla de la Hermandad del Señor de la Humildad, donde se ubica esta institución desde sus primeras clases.

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