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Negro es el color de la ciudad

La obra más personal de Frank Miller, adaptada al cine por Robert Rodríguez, es el epítome de la experimentación gráfica del autor.

el 13 ene 2011 / 17:09 h.

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Había convertido a Daredevil, un personaje por el que nadie en Marvel daba un duro, en uno de los títulos más rentables de la compañía, a la par que uno de los mejores tebeos de superhéroes que se ha escrito jamás.

Participó de forma activa en ese proceso de maduración que el noveno arte sufrió a mediados de los ochenta con uno de esos títulos que se consideran puntales a la hora de analizar la historia del cómic: El regreso del señor de la noche.

Rompió esquemas con la portentosa narrativa gráfica de su Elektra lives again. Y todavía con su siguiente paso demostró que a Frank Miller aún le quedaba mucho que decir cuando sorprendió a propios y extraños con las primeras entregas de Sin City (que en España aparecieron en las páginas de la añorada CIMOC): prescindiendo de todo uso del color y jugando a cargar las composiciones con tinta negra, Miller trazaba en la que después sería conocida como El duro adiós, su primera incursión en un universo que desde entonces sólo ha abandonado para dedicarse a 300 (y su inminente Xerxes).

Comic noir ejemplar, las diferentes historias que componen el caleidoscópico mundo de Sin City son un muestrario dela evolución de un autor que siempre ha gustado de explorar los límites de la página aviñetada, aunque esa exploración le haya llevado a tocar fondo en alguna que otra ocasión, como esa horrenda secuela de El regreso del señor de la noche o un par de los títulos de la serie que hoy nos ocupa (y que entrarán en el segundo volumen que completa la edición integral).

Pero los problemas que acusan dichas historias (de las que ya hablaremos a su debido tiempo) no los vamos a encontrar en este primer tomo que, sin lugar a dudas, es más que una apuesta segura para los amantes del noveno arte: con la carta de presentación que supone esa nihilista historia que es El duro adiós, que narra los esfuerzos de un mastuerzo llamado Marvin para dar con el asesino de una prostituta que fue cariñosa con él en una ciudad en la que la amabalidad no es precisamente una virtud que cultivar, los otros tres títulos que completan las casi 800 páginas del volumen son el perfecto ejemplo de como escribir y narrar historias tan negras como la tinta que las dibuja.

Así, resulta difícil decantarse a la hora de poder encumbrar a Mataría por ella por encima de La gran masacre o Ese cobarde bastardo, tres relatos que explotan con una fuerza demoledora en la cara del lector, tanto si estamos hablando de su explícito sentido de la violencia como si lo hacemos de su brillante carácter cinematográfico (que fue lo que sin duda impulsó a Robert Rodríguez a adaptar al cine el cómic), o incidimos en la perfecta definición que Miller hace de todos y cada uno de sus personajes o en el soberbio y puntual uso del color (el juego con el amarillo de Ese cobarde bastardo es impresionante) en ese mundo de pocas luces y muchísimas sombras que el autor americano compone en la Ciudad del Pecado.

Edita Norma en un libro cartoné forrado con tela de 792 páginas por 34,95 euros.

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