En estos tiempos preelectorales nuestros representantes están coincidiendo en seguir una estrategia, seguramente sin ser conscientes de que se les ve el plumero. Esta estrategia, vieja como el mundo, consiste en repetir la misma idea una y otra vez, sin la menor sombra de duda, hasta conseguir que se haga realidad. El sistema es barato, y funciona, sobre todo cuando se tienen medios de comunicación amistosos que colaboran en el invento. Lo malo es cuando se repiten unas afirmaciones cuya veracidad es más que discutible, y el personal lo sabe. Afirmar una y otra vez que se van a ganas unas elecciones cuando poca gente da un duro por uno, por ejemplo. Reiterar ante todo auditorio que la economía va de vicio, y que la crisis es un cuento chino, cuando todos lo estamos sintiendo en el bolsillo.
Con el mismo desparpajo se pregona la profunda catolicidad del personal que su completo descreimiento, el sentido republicanismo que el ardoroso amor por el monarca. Uno, que tiende a confiar en el personal, empieza por creerse lo que se dice, y se lleva la impresión de que no se entera de nada. Luego lo piensa un poco, y concluye que a lo mejor no es eso. ¿Será verdad eso de los universos paralelos? ¿Habrá realidades alternativas? ¿O es que en este país se delira más que con la malaria?
Miguel Rodríguez-Piñero Royo es catedrático de Derecho del Trabajo
